En el Ateneo de Madrid, el 12 de abril, efeméride de las elecciones municipales que llevaron a la II República, una vez más, la Agrupación Juan Negrín celebró un acto. En él, participó un grupo de miembros de la propia Agrupación y de “Convergencia para la Estabilidad Democrática del Ateneo”. En la mesa se encontraban: Miguel Pastrana, Teresa Meneses, Rafael Egido, Pedro García Bilbao, María de la Paz González López que estuvieron brillantes; y el que suscribe.
Mi pequeña aportación fue la siguiente:
Resulta chocante que en pleno siglo XXI, la Jefatura del Estado de un país pueda permanecer en manos de una determinada familia y que dicha familia pueda transmitir ese cargo a uno de sus miembros, por el único mérito de haber nacido en su seno.
Más extraño es que personas inteligentes, cultas, demócratas y de diferentes opciones políticas defiendan esta forma de gobierno. Pero puede que no lo sea tanto, si recordamos que el sentimiento nacional en España se ha logrado a partir de los elementos aglutinantes: Monarquía e Iglesia.
Conjunción que ha establecido que los patriotas, los verdaderos españoles, son los que defienden el continuismo de esta unión. Así, los republicanos, los comunistas, los socialistas, los librepensadores, los no católicos e incluso los verdaderos liberales, se convierten en los antiespañoles, en los otros, en los no hermanos. Elementos contra los que hay que defenderse, pues atacan el pensamiento único que viene representado por el vínculo Corona-Iglesia y el mundo más conservador que lo sustenta.
Mantener la monarquía y los acuerdos con la Iglesia Católica fue el precio que tuvieron que pagar los republicanos y las republicanas que habían luchado contra el franquismo para salir de este y transitar de forma pacífica hacia la democracia representativa que se pretendía construir. No cabe olvidar que la verdadera oposición franquista era republicana y laica.
Los que creemos que la III República Española es posible también sabemos que el cambio llegará tarde o temprano, pues la Monarquía es un régimen anacrónico y sobre todo porque se lo debemos a todas y todos aquellos que lucharon por ella, aparentemente perdieron y que tuvieron que renunciar a su sueño.
Pero las republicanas y los republicanos no debemos trabajar solo para cambiar un rey o reina por un presidente o presidenta de la República. Por mucho que esto nos llenaría de gozo. Pues de otro modo, seguiríamos perpetuando los poderes que mantuvieron el franquismo y sustenta nuestra democracia actual.
El republicanismo debe significar un cambio de paradigma y de forma de pensar y proceder. Debe establecer una democracia plena donde prime los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad y laicidad. Tiene que tener como meta superar el neocapitalismo y el neoliberalismo y construir una República de todos y todas, para todas y todos. Pero además, está edificación se tiene que sustentar sobre un movimiento voluntario, una opción de vida que obedece a una decisión personal, emancipadora y revolucionaria.
La República es una revolución interior y exterior. Cada uno de nosotros y nosotras tenemos que ser germen de República y crear en todos los espacios donde participemos microcosmos de libertad donde construir un republicanismo práctico.
La República no es un sueño, sino una realidad tangible. Pero que requiere de cada una de nosotras y nosotros. No podemos ser espectadores y esperar que otros u otras la hagan. Debemos ser constructores de República. Debemos llevarla a cada espacio donde tengamos influencia y participemos.
Anunciar y demostrar que la libertad de pensamiento, de conciencia, de expresión, de asociación, de cátedra, la laicidad y el pluralismo puede y debe impregnar todos los movimientos asociativos, todas las esferas. Y así construir una República desde abajo donde toda la ciudadanía y todas las opciones políticas democráticas se sumen y se impregnen de este posicionamiento republicano.
Yo no quiero solo cambiar un rey sino quiero y creo que es posible cambiar un modelo de sociedad donde el Otro sea el eje fundamental. Donde nadie se quede en el camino. Donde el patriotismo y el concepto de España no sea sólo un límite geográfico sino un modelo de sociedad donde primen las personas y cada una de ella se sienta segura.
En definitiva, una República:
- Contraria al neoliberalismo y por tanto, donde las medidas sociales sean el centro de la política. En definitiva una República para y del pueblo.
- Que conecte con la ciudadanía y donde todas y todos nos sintamos identificados.
- Posicionada con los más desprotegidos y denunciadora de las desigualdades.
- Comprometida con los refugiados y los emigrantes.
- Que reconozca la plurinacionalidad de España
- Defensora de la sanidad y la educación pública.
- Que sea europeísta, ecologista y feminista.
En definitiva, que luche por la paz, contra las desigualdades y donde nadie se sienta extranjero.
Los republicanos y las republicanas debemos ser sensibles a las situaciones del otro; pensar, cuestionarnos, comprender que somos los constructores de la historia y que esta no cambia sin nuestra intervención. Estamos obligados a ser motores de cambio.
Cada uno de nosotras y Nosotros y no otras y otros, estamos obligados a crear una República de paz y de progreso.
La Democracia es REPUBLICANA o no es nada.
GRACIAS