Apuntes sobre Argentina: entender algo del fenómeno Milei

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Entender Argentina es prácticamente imposible tanto para autóctonos como para foráneos. Entender que fue y que es el peronismo, entender porque Argentina no ha sido capaz de contar nunca o casi nunca con una moneda estable desafía todas las herramientas disponibles de la ciencia sociológica.

Entender el fenómeno Milei es un nuevo reto que llega de un país imaginario, un país habitado sobre todo por italianos que hablan una de las versiones el castellano, el dialecto austral del “sudakano”.

Un país que justamente por esta proximidad idiomática expulsa a la península ibérica gentes de gran valor y auténtica escoria, que se instala en multinacionales y universidades entre otros lugares. No se en que proporción llegan unos y otros, si bien en mi largo viaje vital me he cruzado, y me sigo cruzando, sobre todo con escoria. Debe ser que he venido caminando por la cola equivocada de la campana de Gauss.

Entender algo del fenómeno Milei, requiere separar el Milei humano como resulta de una biografía más bien patética, por otra parte, la sociedad y economía argentina que crea el Milei humanoide y, por último, el sistema político argentino que crea el Milei candidato y presidente.

El Milei humano, a juzgar por los apuntes biográficos que aporta su mejor biógrafo hasta el momento, Juan Luis González, en el reciente texto El loco[1], es exactamente eso, un “tarao de libro”, con una historia de violencia familiar y escolar, relaciones extrañas con su hermana y con sus mascotas, entre otras varias “excentricidades”. Es el producto de una sociedad absolutamente penetrada por la corrupción y la violencia pues todo indica que incluso los dólares acumulados por su papa parecen tener ese doble origen.

Es el producto de la corrupción intelectual, que como si fuera lluvia ácida, se condensa en el norte y se precipita en el sur. Lluvia acida creada a partir de la anti ilustración de base judía, pues dos de las referencias intelectuales, que cita con frecuencia, son dos de las piedras de esta tradición, Ayn Rand y Murray Rothbard[2]; el resto de los que cita -sus citas son muy limitadas- son intelectuales que procedentes del antiguo imperio austro húngaro, crean una pátina de respetabilidad, como supuesta ciencia económica, a esa ideología llamada bien impropiamente anarco-capitalismo y son conocidos habitualmente como la “escuela austriaca”.

Respetabilidad que se impuso a fuerza de US$, contra el criterio de Keynes, que había cualificado a los miembros de esa escuela que conoció personalmente, en concreto a Hayek, como pertenecientes a la especie de economista primate, en concreto a la subespecie “gorilensis”. Na hay de extraño en que una de las producciones más brillantes de este espécimen, la constitución de la libertad, haya sido originariamente publicado por entregas en el Reader´s Digest.

La incompetencia y corrupción intelectual del humanoide Milei se evidencia cuando en todos sus escritos aparecen no ya plagios sino directamente corta y pega de diferentes autores, incluso fuera de esa tribu austriaca, sin comillas, referencia ni tributo de autoría.

Pero nada de esto explica su ascenso a la presidencia del país imaginario poblado de gentes con cuerpos reales. Ascenso que ha generado gran perplejidad, a los progres que no progresan y regocijo a los que lo cuentan entre los suyos.

Primero hay que saber que Milei ha estado a sueldo durante años de uno de los empresarios más ricos de la Argentina -miembro de una se esas 80 familias que controlan el país- gran parte de cuyos ingresos -si no todos- proceden de concesiones públicas. Ese empresario vio parte de esos ingresos amenazados, real o imaginariamente, por la versión kirchnerista del peronismo. Y es ese mismo empresario el que financia la presencia de Milei en platós de televisión, donde se fragua el humanoide Milei: un muñeco histriónico, que como sucedió con el fenómeno “chikilicuatre” en la España del 2008, interpreta las frustraciones de gran parte de la juventud argentina. Y por esta vía, amenace la hegemonía del discurso peronista.

Juventud que es tan pobre e inestable como siempre ha sido, pero que se cree empoderada para un mejor destino dado que sabe manejar los botones del móvil que le ponen en conexión con el universo plano de las redes sociales, particularmente, pero no solo, TikTok. Juventud que fruiciona videos de una “monada” llamada Lilia Lemoine, que defiende sin inmutarse que la tierra es plana, entre otras grandes ideas. Y la eleva con su voto al parlamento del país imaginario.

Juventud que, ante la falta de alternativa alguna de mejorar su vida, ha llegado a una conclusión: si mi vida no va a cambiar para mejor ni ahora ni nunca, rompámoslo todo. Visión con la que encajan algunas de las “perfomances” del humanoide Milei: motosierra que corta por la base subvenciones, pensiones y “otras transferencias”; banco central derribado a bastonazos.

Hay que reconocer que, en esto del banco central, con el que estoy en gran medida de acuerdo, va más lejos que los revolucionarios franceses, que, si bien asaltaron La Bastille, se olvidaron de tomar el control del Banco Central, hecho apenas señalado en las “histoires de la révolution” y menos analizado en sus implicaciones desastrosas sobre la financiación de la revolución.  Algunas de esas implicaciones -por ejemplo emitir moneda con garantía de las tierras expropiadas a la Iglesia- provocaron la hilaridad del gran reaccionario Edmund Burke. Es sabido que el atribulado Edmund pidió ser enterrado en una tumba sin nombre para evitar que cuando llegaran las huestes napoleónicas a la isla británica, profanaran su cuerpo.

Nótese, por lo demás, que en ninguna de esas “Milei perfomances” aparece el fuego, que, con su poder catártico, es invocado en casi todas las revoluciones genuinas. La que representa este humanoide no lo es, es un simulacro que propone la homologación por abajo: si yo no tengo un “puto derecho” que nadie los tenga.

En segundo lugar, hay que saber que Argentina es el único país del mundo donde las élites financieras del país tienen más activos fuera del país que dentro. Y que el último préstamo, de una larga lista, concedido por el Fondo Monetario Internacional al estado argentino, con el único objetivo de que Macri ganara las elecciones, ha pasado a engrosar la deuda del estado, pero ha “volado” bajo la forma de activos financieros privados de nuevo fuera del país, a fondos de inversión USA y paraísos fiscales.

La única manera de absorber estas cargas, sin proceder a la venta de la población argentina para alimentar el mercado mundial de órganos -por cierto una de las medidas propuestas por el humanoide Milei-  es la inflación -que aun siendo alta, es mucho menos alta que en otros momentos pasados- inflación que castiga a todos aquéllos que no tienen capacidad de mercado (viejos y jóvenes, de ambos sexos, especialmente).

En tercer lugar, hay que saber que en Argentina existe una institución llamada los “ñoquis” que no son pasta, sino gentes que cobran del erario público, pero no trabajan, ni siquiera aparecen por las oficinas públicas. En España también hay mucho de eso, pero formalmente fichan y hacen “como si” trabajaran. El mercado de trabajo argentino está completamente trializado, entre esos ñoquis, otros empleados formales que trabajan en instituciones públicas y privadas y un gran resto que se gana la vida como puede, pero más bien mal. A muchos de estas últimas gentes, ante la ausencia de mejores propuestas, le resulta irresistible la homologación por abajo. Todos a la “jodida mierda”. Aquello de las bicicletas del discurso anticomunista, pero partidas a porrazos, para que nadie ruede.

Pero ninguna de esas razones explica que el candidato Milei haya ganado las elecciones. Al voto de los “chikilicuatre”, se ha sumado el voto de los que mueven los hilos del humanoide Milei. En dos versiones: los que saben que cuanta menos regulación más ganancia y los que saben que el riesgo del desorden de esa ausencia de regulación, será conjurado por uniformados. Más ganancia: se pueden robar niñas, haciendas y hasta autos verdes. La suma de esos dos segmentos, en promiscuas relaciones desde siempre, relaciones promiscuas que como en ningún otro sitio se dramatizan en el circulo militar, en el cual ubica algunas escenas memorables la película Argentina 1985. Promiscuas relaciones que yo mismo escuche de primera mano en las historias que me contaban viejos amigos, entre los expulsados argentinos pertenecientes a la otra parte de la cola de la campana de Gauss, la de los valiosos.

Mientras tanto, los progres que no progresan, siguen sin entender que por alguna razón se hablaba en otro tiempo de la “expropiación de los medios de producción” y que por alguna razón es necesario en este tiempo hablar de la “expropiación de los medios de reproducción”, especialmente de los medios de comunicación de masas. Medios que entre otras aportaciones crean y promueven inteligencias no inteligentes.

No se olvide que entre los éxitos de Macri se cuenta haber tumbado la ley aprobada por la viuda de Kirchner, que intentaba poner alguna valla en ese predio, ante la indiferencia posterior del saliente peronista Alberto Fernández, cuya señora organizaba fiestas en la finca mientras el país entero estaba confinado por la pandemia.

Medios en los cuales se crean los humanoides llamados a distraer la atención de las masas, que como diría Ortega y Gasset son estúpidas, mientras la democracia liberal se vacía de la parte liberal al tiempo que, formalmente, continua, por algún tiempo, no mucho, la parte democrática.

Los progres que no progresan, especialmente esa versión infantil, la de la construcción del pueblo por el discurso (y el sobao de la abuela Carmena) tienen aquí materia para no menos de 40 libros, uno por cada año en el desierto. ¡Animo chicharritos!

Lo que vendrá a partir de ahora es uno de los ciclos más delirantes de la historia, ya muy delirante, del país imaginario, situado más al sur de la tierra plana de la “monada” Lemoine. Estén atentos, no les va a defraudar. El riesgo de que se tiña de rojo es alto. Si lo ven en los telediarios será un gran espectáculo.

Por cierto, ese gran intelectual llamado Ortega y Gasset era conocido en su tiempo como “enculador” (en culto, como corresponde, vale decir, “sodomizador”) de marquesas y hoy sabemos, al menos los que hablamos francés, lo poco de original y lo mucho de plagio de coleguillas franceses, que adorna ese texto, que me obligaron a leer de jovencito, titulado “La rebelión de las masas”.

En Argentina, y por eso es un país imaginario, hay desde el principio de su fundación, una rebelión de las élites. Y ahora estamos ante otro episodio. Pero esa es otra historia para otra noche de magosto. ¡A dormir chicos!

 

Notas

[1] (González, 2023)

[2] (González, 2023)

 

Referencias citadas

 

Doherty, B. (2008). Radicals for capitalism. New York: PublicAffairs.

González, J. L. (2023). El loco. Planeta.

 

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