Rectificación de los nombres: sionismo, antisemitismo y otros monstruos de la razón.

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Una de las tareas necesarias, imprescindibles en el mundo moderno, es la rectificación de los nombres: reestablecer la relación entre las cosas y las palabras, entre las reglas y las obligaciones, entre la verdad y lo que las palabras ocultan; indagar en lo que aparentemente no dicen las palabras, pero las crea e informa. Sin perjuicio de lo que cada uno piense sobre la verdad universal, se trata de no ver el mundo como un Estado  (Scott, 2020), particularmente, pero no solo, si el estado en cuestión es resultado de un proceso de ““settler colonialism”.

El “settler colonialism” es un proceso de colonización practicada por originarios de Europa en el marco del imperio británico (en Usa, en Israel, en Sudáfrica, en Australia, …), inicialmente minorías religiosas en el caso de Usa e Israel, minorías étnicas en el caso de Sudáfrica y marginales en el caso de Australia.

El concepto de “settler colonialism” ha sido elaborado sobre todo por el antropólogo (Wolfe, 1999) (Wolfe, 2016), para dar cuenta del proceso de eliminación de nativos en Australia.

En este modelo encajan todos los estados de base holandesa y anglosajona, particularmente USA. La evidencia de que Usa es el producto de “settler colonialism” ha sido negada durante muchos años, bajo el eufemismo de que USA es una nación de pacíficos inmigrantes. No, Usa no es una nación creada por industriosos inmigrantes que llegaron a tierras vírgenes, es una nación resultado de colonos que llegaron a tierras de un imperio -el británico- y procedieron al asesinato sistemático de quienes las ocupaban ( (Dunbar-Ortiz, 2021), lo que hoy simplemente llamaríamos genocidio.

La leyenda negra construida por holandeses y británicos ha impedido ver que ese modelo de estado aplica poco o nada a las colonizaciones españolas de América e incluso las portuguesas de África, pero esa es otra cuestión.

El concepto de “settler colonialism” ha sido aplicado al caso israelí por (Pappe, 2008) y otros  (Amoruso, Pappé, & Richter-Devroe, 2019). Esa aplicación le ha costado a Pappé la expulsión de las universidades israelíes. El concepto es intensamente combatido por los portavoces modernos del sionismo, parapetados tras invocaciones religiosas a la tierra prometida y el pueblo elegido. El reconocimiento de la evidente conexión entre “settler colonialism” y sionismo provoca incomodidad entre no pocos historiadores judíos, si bien es cada vez menos soslayable (Katz, Leff, & Mandel, 2017). Las evidencias empíricas han sido abordadas por un notorio grupo de historiadores judíos conocidos como los “nuevos historiadores”[1].

En un intento de negar la excepcionalidad del estado de Israel como estado colonial, algunos han mostrado que ha habido a lo largo del siglo xx, y hay en curso en el siglo xxi, otros procesos similares, sucediendo ahora mismo en otros lugares del mundo (Mcnamee, 2023). Sin perjuicio de que eso sea cierto, hay una peculiaridad del sionismo que no es compartido por otros procesos: la asimilación no ya con una religión, que no es nuevo, sino la asimilación con una religión étnica. Esta característica se añade a la que comparte con todos los demás procesos coloniales: el racismo.

La declaración del 2018 de Israel como estado étnicamente puro, culmina, en el plano legal, un proceso de limpieza étnica, inscrito por el sionismo en la misma fundación del estado de Israel en 1948  (Pappe, 2008) (Pappe, 2017) (Khalidi, 2022). Inscripción que da cuenta de la cuenta de la irrelevancia de las propuestas de los dos estados, salvo que esas propuetas vinieran acompañadas por la imposición forzosa de la división por poderes imperiales externos, a lo cual los poderes imperiales no han prestado atención ni previsiblemente lo harán, dada la maldición del petróleo que asola el “Oriente medio”.

No solo no han prestado atención, sino que en momentos donde estaban vigentes acuerdos de no proliferación nuclear, el imperio facilitó, no sé si discreta o menos discretamente, pues es importante que el enemigo se entere, que el estado sionista de Israel se dote de armas nucleares (Hersh, 1991). El problema es que esa disuasión, como ha sucedido en el caso de Ucrania, no previene guerras convencionales y previsiblemente las cronifica.

Evidentemente la defensa sionista (Anderson, 2016) del estado étnicamente puro, que constantemente evoca el antisemitismo como justificación propia, lejos de reclamar en 1945 un estado étnicamente puro en Europa, particularmente en Alemania, que es donde se desencadenaron las fuerzas diabólicas de la solución final, ha llevado la reclamación a uno de los lugares donde transcurre parte del Antiguo Testamento, obviando que el lugar estaba ocupado, estaba densamente ocupado. Y para ello ha tenido que invocar -y así siguen repitiendo el argumento- que los que allí habitaban no lo hacían legítimamente y culpables son por ocupar las tierras de otros. Ignoran que, si ese fuera el caso, la culpa, de acuerdo con la Biblia llegará solamente hasta la séptima generación. Y esa ya pasó tiempo atrás. Y además ocultan que la segunda destrucción del templo de Salomón fue obra del imperio romano, como magistralmente cuenta Flavio Josefo (Yosef ben Matityahu). Ahora bien, lo que no se deduce de este hecho, es que fuera el imperio romano la causa de la diáspora, como se repite en muchos lugares, por gentes supuestamente informadas. Historiadores judíos entre los que destaca Shlomo Sand, han mostrado que durante todo el imperio romano siguieron existiendo florecientes comunidades judías en Palestina. Por definición no había reinos ni reyes locales, solo imperio. Tampoco los galos o los lusitanos o los dacios conservaron sus reyes y reinos. Esta es una de las muchas inexactitudes que resultan de confundir libros llenos de hermosos relatos míticos con libros de historia: la Biblia está entre los primeros, no entre los segundos.

El sionismo, que nace en el momento de máximo esplendor del racismo en Europa, y es una ideología racista, hace una lectura particular de la Shoá y pretende justificar en ella la Dhikra an-Nakba: el daño infringido a los judíos los faculta para hacer lo que consideren, incluso infligir a otros lo mismo que ellos sufrieron. Y esta es la más perversa de las victorias post-morten del nazismo. Seguramente se debe a ello, la fruición con la que los políticos occidentales se aplican a defender el “derecho” de Israel a defenderse, es decir, a exterminar a todo el que no sea judío, entre el rio Jordán y el mar mediterráneo.

Todos los judíos que nacen y viven en Israel han sido adoctrinados, como muy claramente ha explicado Gideon Levy[2], en una triple mentira: (i) somos el pueblo elegido; (ii) no somos los ocupantes, somos las víctimas, ocupamos porque somos las víctimas, las únicas víctimas en Palestina; (iii) los palestinos no son humanos como nosotros, por tanto, sus derechos no son derechos humanos.

Cualquiera que se oponga a esas verdades falsamente reveladas es inmediatamente acusado de antisemitismo y objeto de cancelación, incluso cuando quién así se manifieste acredite apellidos judíos por más de siete generaciones y haya perdido toda o gran parte de su familia en el Holocausto. Así lo acreditan, entre otros muchos casos, (Finkelstein, 2023) y el citado (Pappe, 2010).

La escalera de inferencias del sionismo conduce a un punto de no retorno, a partir del cual, quiebra la idea misma de democracia, que requiere los tres tipos de derechos ciudadanos descritos por (Marshall, 1950), a saber los derechos civiles de libertad de palabra, libertad de culto e igualdad ante la ley formulados en el sxviii,  los derechos a la participación política, particularmente el derecho al voto, formulado en el siglo xix y los derechos económicos, como el derecho a un salario mínimo, a la salud y a la educación, formulados en siglo xx. Y quiebra porque los primeros desaparecen para los judíos -libertad de palabra y libertad de culto- y el resto para todos los demás.

Esta quiebra intenta negarse por quienes hacen lecturas de las protestas en las calles de Tel Aviv, durante el 2023 anteriores al 7 de octubre, como la oposición de dos modelos de estado, uno integrista religioso y otro laico liberal-democrático. Esa oposición es aparentemente correcta, pero oculta que los dos modelos de estado son igualmente coloniales, porque ambos comparten que refieren a un estado étnicamente puro, un estado solamente de ciudadanos judíos. Y ello pese a que en el territorio sobre el que ese estado reclama soberanía hay más de 20% -sin contar ni Cisjordania ni Gaza ni los expulsados desde 1948 a los estados limitrofes- que son étnicamente palestinos.

La llegada de ese punto de no retorno, en el cual el estado comienza el descenso por la pendiente autoritaria, fue adelantado en el siglo xx, por un experto ruso en sociología de religiones, Dimitri Furman, prácticamente desconocido en occidente, pese a su enorme estatura (Anderson, 2015), (Finkelsteins, 2015) quien afirmó con contundencia que, dado que el judaísmo es una religión étnica, es incompatible por definición, con cualquier forma de democracia pluriétnica[3].

La dominancia del sionismo es la constatación última y más evidente del fin de la modernidad judía (Traverso, 2013), modernidad que una vez, durante la segunda mitad del s xix y la primera mitad del xx, llevó la cultura occidental a algunas de sus cotas más altas. Para algunos que patrocinaron el sionismo, como el irrestricto bebedor de coñac e inveterado imperialista, Mr. Churchill, la mayor parte de los nombres que crearon esa cultura, pertenecían, sin embargo, a la parte mala de los judíos, según la descripción que ellos gustaba hacer en privado (Ali, 2022).

Aunque la modernidad judía murió hace mucho tiempo, los anti ilustrados judíos, entre los que brilla con luz propia (Hazony, 2018) (Hazony, 2022) siguen sosteniendo que esa ilustración judía sigue viva y actúan como si estuviera viva, para llevar hasta el límite su agenda integrista (que no conservadora), lo cual explica la alineación entre las extremas derechas europeas, norteamericana y el sionismo más radical.

Esa edad de oro convivió, sin embargo, con la justificación del colonialismo en el derecho internacional, que viene de más atrás. El sionismo, con su recurso a la geografía de un texto sagrado, es una versión especialmente virulenta de esa justificación.

Pero antes de esta justificación, la brillante mente del hombre blanco, creo y circuló otras.

Tal y como nos informa (Anderson, 2023), los españoles formularon una peculiar justificación del colonialismo, especialmente por boca de Francisco de Vitoria, al cual algunos reivindican, no se con mucho criterio, pero en todo caso sin pudor. En efecto cuando este se pregunta (de Vitoria, 1975) cuál es el derecho que asiste a los españoles a ocupar “el nuevo mundo”, a saber el mundo viejo para los que en el vivían, no invoca que esas tierras no estén habitadas o que el papa se las haya concedido a España o que los españoles tengan la obligación de convertir los paganos a la cristiandad, por la fuerza si es necesario, como se enseñaba en las escuelas franquistas. Su particular e ingeniosa, todo hay que decirlo, interpretación del “ius Gentium”, de la “ley de las naciones” es que a los españoles les asiste el derecho de ocupación porque cuando llegaron a América los nativos se negaron a respetar el universal derecho a la comunicación, el “ius communicandi”, un principio esencial del ius Gentium. ¿En qué consiste ese derecho?  Es el derecho de viajar y de comprar y vender, el derecho al comercio y el derecho a la persuasión, es decir, a predicar la buena nueva, la verdad cristiana. Si los nativos se resisten, y lo hicieron, al ejercicio de esos derechos, los españoles estaban legitimados para aplicar cualesquiera medios, violencia incluida, toda vez que defendían un derecho universal, frente a la particularidad nativa. Sin demasiadas sofisticaciones, el mismo derecho fue invocado por los británicos en la guerra del opio contra China.

Grotius, reconocido por sus grandes contribuciones al derecho de gentes, comenzó justificando el robo que uno de sus sobrinos perpetró sobre un barco portugués, con el único objetivo de apropiarse de los ingentes tesoros que transportaba. En el texto ‘On Booty; De iure praedae” afirma que el mar y los océanos son territorios libres donde reina el estado de naturaleza y por tanto cualquiera puede robar a cualquiera, porque el concepto mismo de robo no es pertinente. Ese texto, que legaliza la piratería holandesa contra los imperios portugués y español, formará parte del posterior Mare Liberum (Grotius, 2006).  Pero cuando sus frugales paisanos neerlandeses quieren pasar de la piratería marina a los asentamientos, el excelente jurista proporciona una nueva justificación: los europeos en general tienen el derecho de guerra, el ius gladii -derecho al uso de la espada y el castigo- contra todos aquellos cuyas costumbres sean vistas como bárbaras, como justa respuesta por sus crímenes contra la naturaleza y ello con independencia de que se hayan mostrado pacíficos y sumisos.  Ofrece carta blanca para usar la violencia contra cualquiera que se interponga en el camino del civilizado hombre blanco. Esas son las leyes de la Guerra y la Paz (Grotius, 1949).

Aunque la lista de los aplicantes de las “nuevas leyes” descubiertas por este genio de las tierras bajo el mar, son muy numerosos y entre ellos se encuentran reverenciados urdidores de hambrunas, como Churchill, probablemente el número 1 del podio, le corresponda a Leopoldo II de Bélgica con su estado libre -nótese lo de libre- erigido en las tierras del Congo y que le fue adjudicado como zona de separación entre intereses franceses y británicos.

En ese estado libre organizó la extracción de marfil primero y ese maravilloso material donde reposo mis noches, el latex natural (Renton, Seddon, & Zeilig, 2021). Hay al menos dos grandes logros civilizatorios en su administración de ese estado libre. Primero la declaración de zona deshabitada de los territorios de ese estado libre, de modo que, por mor de un papel, los negros se transformaron en espectros- y segundo la corta de manos como prueba que las balas entregadas a su Force Públique -nótese la ironía del nombre, toda vez que la milicia era privativa del propio monarca-, habían sido empleadas en eliminar los espectros que se negaban a recolectar el latex (van Reybrouck, 2012). Las balas eran caras, importadas de Europa y era imprescindible asegurarse que los negros enrolados en la Force Publique no las usaban para cazar por cuenta propia o la acumulaban para organizar motines y festines de carne humana ajenos a la legalidad vigente. Las concesiones y las compañías de las que se hizo ayudar, con Rois (Returns on Investments) espectaculares, ya habían sido inventadas mucho antes por los otros civilizadores por excelencia, los ingleses. Y han sido copiadas por los que han venido después.

Es, ciertamente, un hecho histórico incuestionable que los estados coloniales han servido de escuela a la creación de uniformados capaces de poner en práctica las técnicas de ejercicio de la violencia más aberrantes, con la cobertura de combatir la insurgencia. Entre ellas, sin ánimo alguno de exhaustividad, brillan con luz propia técnicas de tortura, ejecuciones extrajudiciales y sobre todo desapariciones forzadas introducidas por el ejército francés en Argelia, esbozadas primero por (Trinquier, 1981) y reclamadas, sin complejos, para su hoja de servicios por el general (Aussaresses, 2012), y posteriormente exportadas a uniformados al servicio de las dictaduras latino américas, particularmente a la Argentina[4].

Las desapariciones forzadas han sido una de las técnicas preferidas de estas últimas, porque como gustaba decir Videla, un desaparecido no es ni un muerto ni un vivo, es simplemente un desaparecido y no hay nada que sobre ello se pueda hacer. ¿Quién puede materializar a los fantasmas? Más recientemente hemos conocido, por la denuncia del presidente Petro de Colombia, sobre la contribución de oficiales del ejército de Israel a la formación de uniformados colombianos implicados en “los falsos positivos”. Y también, según informa TASS, citando al segundo al mando del segundo ejército ruso, Apty Alaudinov, que al menos 2.000 uniformados israelíes estaban entrenando a fuerzas ucranianas y participando directamente en escuadrones de operaciones especiales, algunos de cuyos crímenes saldrán a la luz dentro de algún tiempo. Según parece han sido repatriados para ocuparse de otros menesteres más urgentes[5].

Por lo demás, es, sin duda, pura coincidencia que la sede de la UE se encuentre en Bruselas, desde donde le roi Leopold dirigía su état libre. Y es sabido que la elección de Bruselas como sede de la UE respondió a la misma lógica de zona de separación de intereses, en este caso entre franceses y alemanes.

Después del argumento civilizatorio de Grotius, del que hemos hablado más arriba, vendría el argumento demográfico, el derecho a ocupar tierras con baja densidad de población por gentes en territorios con alta densidad (argumento que llega incluso hasta los Nazis, que lo invocaron respecto a las tierras ocupadas por los eslavos). El gran Hobbes lo invoca, si bien restring su formulación a “not to exterminate those they find there; but constrain them to inhabit closer together, and not range a great deal of ground, to snatch what they find’ (Hobbes, 1996, pág. 230).

Cualquier parecido con las reservas indias o las reservas palestinas es algo más que mera coincidencia. Lo contrario también es cierto: cuando la demografía juega en contra de los colonizadores ocupantes, como en Argelia o en Sudáfrica, los autóctonos se imponen a los colonizadores y antes o después terminan por expulsarlos. Las personas a trasplantar a territorios no suficientemente habitados, nos informa Hobbes en el mismo párrafo, son tanto los pobres como las gentes poderosas, si estas crecen en demasía. Y esta es una afirmación bien actual, pues cuando se produce una inflación de elites hay que expulsarlas de la metrópoli. A ese objetivo sirven bien los imperios.

Y, finalmente, en la panoplia justificadora del colonialismo, aparece el argumento liberal de la eficiencia usado tanto para la colonización de remotas y lejanas tierras como para justificar la apropiación de tierras del común y las desamortizaciones en toda Europa (y también en España, a las cuales , por cierto, se enfrentaron con notorio éxito los concejos en León, como desarrollamos en otro lugar) y que se debe al proto economista Locke: “To which let me add, that he who appropriates land to himself by his labour, does not lessen but increase the common stock of mankind. For the provisions serving to the support of humane life, produced by one acre of inclosed and cultivated land, are (to speak much within compasse) ten times more, than those, which are yielded by an acre of Land, of an equal richnesse, lyeing wast in common” (Locke, 1999, págs. 294, parágrafo 37).

El uso de este argumento se aprecia claramente en el discurso sobre el agua. Se ha repetido hasta la saciedad el milagro del agua inducido por el estado de Israel. Y sin perjuicio de que hayan creado ciertas tecnologías de ahorro de agua, no es menos cierto, que antes de que llegaran los sionistas a Palestina, los palestinos cultivaban unos prósperos campos y hacían un uso muy racional del agua con las tecnologías disponibles en la época. No había ni una sola aldea palestina sin su riachuelo.

El último grito en el llamado, impropiamente, derecho internacional, que justifica intervenciones coloniales es la entronización de los derechos humanos y las políticas de ajuste. Se celebra ingenuamente la creación de la ONU, como un logro civilizatorio. Y ciertamente es un logro civilizatorio, pero no universal sino de USA (Schlesinger, 2003). No es por eso sorprendente que su misma carta fuera violada en su propia creación, toda vez que todos los delegados que acudieron a su creación en San Francisco fueron objeto de espionajes por parte de USA, espionaje que se ha repetido (que se sepa), con la Clinton. La supuesta impotencia de la ONU en materia colonial es una impotencia por diseño.

Los derechos humanos, sirven como utopía modulable, especialmente en su uso por parte de le UE (Gong, 1984), y como apología de las intervenciones bajo paraguas humanitario, que han sembrado la destrucción por medio mundo. Sorprendentemente hay algunos (Koskenniemi, 2006) que no parecen encontrar que la utopía y la apología están intima e indisociablemente relacionados. Con claridad se ve esa articulación en la construcción de la fobia anti musulmana, donde todo lo relacionado con el sexo, derechos de las mujeres y minorías sexuales, interacciona con aporofobía y sirve al objetivo de ocultar los prosaicos intereses relacionados con el oro negro y otros oros.

Derechos humanos que no son absolutos sino administrables, conducen a las más grandes imposturas, como la que representa el tribunal penal internacional.

No es la única de las imposturas. Los instrumentos se refinan, pero los objetivos no cambian.

Así los Structural Adjustment Plans, impuestos por el FMI a cientos de países son el equivalente contemporáneo, y provocan la misma pobreza y desigualdad (Kentikelenis & Stubbs, 2023) que las “capitulaciones ilustradas” -comercio desigual- impuestas al agonizante imperio otomano, que condujeron a su disolución y a la multiplicación de estados musulmanes combatientes. Con la excusa de la “armonización civilizatoria”, se hace posible la toma de control del petróleo, base de la civilización occidental de los últimos 150 años, por parte del imperio británico. Esa armonización civilizatoria está en la base misma de la emergencia en 1948 del estado de Israel, con independencia de que los objetivos sionistas de primera hora no contemplaran tales consideraciones y con independencia de que el papel del Reino Unido haya sido ocupado posteriormente, y hasta hoy, por USA.

Hay quién dice incluso (Renton J. , 2007), y es posible que sea cierto, que la declaración Balfour fue una de las típicas bravuconadas de los que fungían como gobierno de la pérfida Albión, típicos jugadores de polo sobre campos de arena, bajo los cuales reposaba el líquido negro que hacía rugir durante mi infancia a los Leyland primero y los British Leyland después. Y dicen que nunca pensaron en cumplir ni una letra de lo escrito en la declaración, solo desestabilizar el imperio otomano. Las promesas de un Gobierno, particularmente de uno británico, solo compelen a quién se las crea, si bien los efectos de las líneas de tiraron en los mapas han sido muy reales.  Sea como fuere, el resultado es el que es.

Esas “capitulaciones ilustradas” no supusieron mejoras substanciales para los habitantes del imperio otomano después de la independencia, pese a los múltiples intentos, todos ellos abortados por golpes de Estado orquestados en estrecha colaboración entre UK y USA, en Irak, Irán, Egipto, hasta llegar a las últimas intervenciones en Siria, Libia y, de nuevo, el propio Irak. Y el problema, que llega hasta el día de hoy, es que la política de subordinación impuesta a través de los Structural Adjustment Plans, que funciona de acuerdo con lo previsto en muchos lugares -entre otros Egipto y Turquía- no funciona cuando el subsuelo está lleno de petróleo o gas. Pueden doblegar a Egipto, pero no a Siria, a Irán o a Irak. Por eso, el recurso al golpe de estado y la guerra ha sido una constante.

En este contexto, la invocación del derecho internacional por otros que no sean sus administradores, me parece que se mueve entre la plegaria y la masturbación.   El llamado derecho internacional no es tal derecho, es en términos de Hobbes, opinión, en términos modernos ideología. Hobbes dijo “sed auctoritas non veritas facit legem”. Y no hay nada parecido a una autoridad internacional, salvo como simulación, trampantojo, para imponer bajo su estela, el criterio imperial propio. Esa simulación es lo que se llama comunidad internacional, sobre la cual incluso el ministerio de exteriores chino hizo circular un meme, haciéndola coincidir con los países de los 1000 millones de oro.

John Austin analizó brillantemente que el derecho internacional no es tal derecho pues dejó escrito que ‘The so-called law of nations consists of opinions or sentiments current among nations generally. It therefore is not law properly so called . . . [for] a law set by general opinion imports the following consequences—that the party who will enforce it against any future transgressor is never determinate and assignable” “It follows that the law obtaining between nations is not positive law; for every positive law is set by a given sovereign to a person or persons in a state of subjection to the author’—but since in a world of sovereign states ‘no supreme government is in a state of subjection to another’, it followed that the law of nations ‘is not armed with a sanction, and does not impose a duty, in the proper acceptation of these expressions. For a sanction properly so called is an evil annexed to a command. In other words, in the absence of any determinable authority capable of either adjudicating or enforcing it, international law ceases to be law and becomes no more than opinion” (Austin, 1861).

Doble indeterminación, la del derecho internacional, que fue posteriormente reelaborada por  Carl Schmitt[6], cuando cuestionó la pretensión de aplicación imparcial del “rule of law” por la Liga de las Naciones y su Corte Internacional, de las sanciones impuestas a Alemania después de la primera guerra mundial: indeterminado en su contenido e indeterminado en su ejecución. La necesaria, pero imposible determinación del derecho en las relaciones internacionales, seguramente fue captada con absoluta clarividencia por el dictum atribuido a Talleyrand “no intervención es un término metafísico que significa más o menos lo mismo que intervención”.

Pero, en tanto que ideología, el derecho internacional es perfomativo: es lo que el imperio quiere que sea su práctica y encaja en la máxima de La Rochefoucauld  “L’hypocrisie est un hommage que le vice rend à la vertu”.

Una de las invocaciones más rocambolescas del derecho internacional es su supuesta aplicación bajo la forma de sanciones económicas, toda vez que las sanciones son un acto de guerra, la continuación de la guerra por otros medios. Y como todas las coerciones, funciona cuando se imponen por uno más fuerte a otro más débil. Los poderosos declaran fuera de la ley a los menos poderosos, como han hecho siempre: las sanciones económicas extraterritoriales responden a esta misma lógica (Simpson, 2004). El problema solo aparece cuando un gran poder pretende sancionar a otro. Cuando se imponen a quienes, con independencia de su PIB nominal puede ser tan fuertes en lo que es relevante para la guerra, como quien impone las sanciones, estas carecen de virtualidad. E incluso pueden volverse en contra. De eso hablaremos en otro momento.

Como tal acto de guerra, las sanciones podrían acabar con la guerra en Palestina mucho más rápido de lo que tardaron en acabar con el apartheid en Sudáfrica, porque Israel es completamente dependiente del comercio internacional y, sobre todo, de la ayuda imperial. En efecto, Israel es el principal receptor de ayuda militar exterior norteamericana desde hace 50 años, con la particularidad, además, que parte de la ayuda (26%) puede ser invertida en la compra de armas de desarrollo local. Esa ayuda imperial supone 1/3 del total del presupuesto militar del estado de Israel (Berrigan, 2009). Por tanto, sanciones o la simple eliminación de la ayuda militar, conduciría a la desaparición del estado mismo de Israel, como sucedió en Sudáfrica. Y no hay razón alguna, con independencia de las justificaciones ideológicas, morales o incluso emocionales, para hacer tal cosa, toda vez que Israel es un protectorado imperial sostenido por muy buenas petroleras razones. Lo que no implica que el sostenimiento se pueda presumir eterno. Pero si tan largo como la supervivencia del imperio.

En este contexto, la substitución de los términos combatiente, resistente, miliciano por el de terrorista, tomando la parte por el todo, a saber el asesinato de civiles no como operación de castigo por colaborar con el enemigo, ni siquiera con el objetivo de aterrorizar como pareciera derivarse de su nombre, ni tampoco como operación publicitaria para ganar notoriedad, sino como acto de desesperación sabiendo que eso provocará reacciones sobredimensionadas del enemigo y cuya capacidad de movilizar apoyos externos es limitada, lejos de lo que suponen muchos expertos y menos expertos en la materia, no añade demasiado, salvo en lo que tiene que ver en el consumo doméstico de una parte de los mil millones de oro, que todo indica es para los que se produce. Y más inadvertidamente contra los que, al menos en parte, se ha creado.  Porque, al deshumanizar completamente al otro, proporciona una supuesta coartada “moral”, tanto para el asesino sobre el terreno como para quien le apoya desde la comodidad de su salón. Así lo declaran unos y otros, en un ejercicio de violencia[7] solo a la altura de las prédicas nazis, sobre judíos, eslavos y otros “untermensch”.  Sí, Hannah Arendt, donde quiera que tu alma se encuentre, ellos no solo hacen su trabajo, no solo siguen ordenes, sino que, además, actúan conforme a la ley.  ¿Lo recuerdas? Tu misma lo escribiste a propósito de Eichmann. Cualquier oficial israelí lo repetirá hoy sin atisbo de turbación.

Dicho esto, y al margen de consideraciones morales, que es necesario suspender para entender, porque la moral lejos de su pretensión universalista, es un arma de reclutamiento, es necesario reconocer que el ataque de Hamas en octubre de 2023 es un prototipo de “high concept, low technology”, que además ha hecho un uso innovador, propio de “enterpreneurs schumpeterianos”, de los drones, tecnología barata moderna. Y ha mostrado los ángulos muertos de las tecnologías automatizadas de control, con las que se presentan las distopias del siglo xxi. El impacto habría sido, incluso más demoledor en caso de tratarse de zonas con más densidad de población.

Todo esto es bien relevante para las revueltas que vienen, que muchos de los lectores verán, y en las cuales algunos participarán, y que tendrán lugar durante el sxxi en diversas ciudades del planeta, donde la población se sigue concentrando y las distopias de control tecnológico se siguen implantando. Las tecnologías usadas en esas revueltas futuras urbanas con más recorrido serán igualmente “high concept, low technology”, porque la tecnología seguirá concentrándose, contra todas las ensoñaciones liberadoras, del lado de las distopias. Como reza el poema de Sanchez Ferlosio “Vendrán más años malos y nos harán más ciegos; vendrán más años ciegos y nos harán más malos”.

La relación no es circunstancial pues en el estado de Israel se ubican algunos de los centros de producción de esas tecnologías distópicas de control más avanzadas del mundo.

Acciones como las que desde hace unos años se tildan de terroristas, ha habido siempre (Chaliand & Blin, 2015), los límites entre radicales, revolucionarios y lo que ahora se llaman terroristas ni son ni han sido nunca claros (Beck, 2015) y si bien el término puede apuntar a ciertos matices de las guerras modernas (Lynn, 2019), su naturaleza es administrable y su único real objetivo es deshumanizar y degradar al enemigo, por una parte, y por otra, ampliar o reducir la designación según convenga en las alianzas de cada momento. Esto es tan cierto que de la larga lista de grupos calificados como “terroristas” una parte no menor son producto de la organización y/o financiación de algún estado, principalmente, aunque no solo, del que ocupa una posición central en el imperio.

En todas las guerras ha habido ataques a población civil desarmada para aterrorizar y eliminar la voluntad de resistencia. Pero es en la democracia liberal, con la simulación de que todas las opciones pueden ser igualmente defendidas, con la fabulación de que no hay confrontaciones asimétricas, que se acuña el termino para referir a todo aquél que se rebele por medios violentos. En el caso de los estados, se reserva para los estados que no se pliegan a los mandatos del imperio. Y así se ha llegado al despropósito de nombrar a ciertos estados como “estados terroristas”.

El éxito del término ha sido tal, que todo aquél que sostenga una causa que no es del gusto del imperio o del estado donde se encuentra, debe empezar por condenar de acuerdo con la lista mágica confeccionada por los burócratas de la seguridad, salvo riesgo de ser acusado el mismo de terrorista o al menos de apoyo al terrorismo y convenientemente encarcelado o directamente suprimido. La libertad de expresión no es tal. Es una impostura, una más de las que conforman la ideología imperial. Y así hemos llegado a donde estamos, muy cerca de perder todas las libertades, porque la derrota empieza por las ideas y acaba por los cuerpos, no al revés, como se sostiene con frecuencia. Los cuerpos se matan, las mentes se domestican. El delirium tremens de las democracias liberales occidentales se aprecia, como en ninguna otra dimensión, en el modo como han configurado el delito de terrorismo, que parece copiado del tratado Maleus Maleficarum[8], el tratado en el que dos dominicos alemanes, tipificaron el delito de brujería. Una de las avanzadillas del moderno delito de brujería, viene ahora de la isla británica, donde una vez se refugiaban perseguidos en el continente. Así tanto en la Counter-Terrorism and Boder Act de 2019 como en la National Security Act aprobada en julio de 2023, un individuo puede ser acusado de servir a una potencia extranjera sin que el individuo sepa que está sirviendo a esa potencia o lo haya intentado o incluso sin que la potencia a la que supuestamente sirve lo sepa. Por si acaso, toda la información que lleve en sus dispositivos electrónicos puede ser volcada y mantenida por siempre por el gobierno de su majestad. Cuanto más mengua la isla, más agresiva se vuelve. Así pues, se puede ser bruja sin saberlo y servir al diablo sin que el mismo diablo lo sepa.  Eso sí, el género ahora es indiferente, vale decir brujo y diabla, bruje y diable. A esto se le llama “rule of law”. Podríamos añadir para los bien pensantes “diabolic rule of law”. Recuerde, cualquiera puede ser acusado de terrorismo, usted, que no tiene ni multas de tráfico, incluido.

El estado de Israel es un estado colonial, del tipo enunciado más arriba, “settler colonialism”, el último estado colonial, directamente creado y sostenido por la “интеллигенция”, “inteliguentsia” europea, de base judía, que supuso prácticamente toda la que fue, tanto la modernizadora como la reaccionaria. Así lo propuso incluso Sanchez Ferlosio, sin usar ese término inglés, pues en el tiempo que el escribió no había ganado tracción, entre otros textos, en el magnífico Un Moisés de tercera mano (Sánchez-Ferlosio, 2016) cuya lectura es tan pertinente hoy como en vida del autor.

Y así se puede constatar desde el seminal texto de (Herzl, 1970) donde imagina un estado judío en Palestina como bastión ante las hordas del este. Y aunque en medio sucedió la Shoá y las hordas llegaron del centro y el oeste de Europa, no del este, nada le resta de relevancia. Es la estructura de los mitos lo que importa, no lo detalles: las huestes del oeste han sido substituidos por musulmanes que han pasado a representar lo radicalmente otro. El terrorismo es la quintaesencia no solo de la visión del uso de la fuerza desde el estado sino de la ciencia que pretende esconder todo acto de resistencia como terrorista, porque supuestamente intenta “aterrorizar” a los adultos puerilizados de los 1000 millones.

Hay algo de cierto en el texto de Herzl: la religión judía es la única religión étnica del mundo, modo que por definición es inasimilable. Y es incompatible con la democracia multiétnica como ya hemos señalado.

Por eso mismo, si la conversión de los Khazars al judaísmo realmente tuvo lugar, que no está claro, es un contrasentido, porque bajo ningún criterio podían formar parte del pueblo elegido. De hecho, Pablo de Tarso hubo de liberar de esta dimensión al judaísmo para construir el cristianismo como religión “universal”, susceptible de expandirse por el imperio romano. No menos problemática es la relación entre Khazars y Karaitas de Crimea. Lo que, si es cierto, doy fe, es que las mejores empanadas del mundo (chiburekki) se encuentran en el anexo a la sinagoga de estos últimos en Евпатория (Eupatoria).

Hay más de una manera de interpretar el mitzvot (mandato) 614 que propuso Fackenheim[9]: “If the 614th commandment is binding upon the authentic Jew, then we are, first, commanded to survive as Jews, lest the Jewish people perish. We are commanded, second, to remember in our very guts and bones the martyrs of the Holocaust, lest their memory perish. We are forbidden, thirdly, to deny or despair of God, however much we may have to contend with Him or with belief in Him, lest Judaism perish. We are forbidden, finally, to despair of the world as the place which is to become the kingdom of God, lest we help make it a meaningless place in which God is dead or irrelevant and everything is permitted. To abandon any of these imperatives, in response to Hider s victory at Auschwitz, would be to hand him yet other, posthumous victories”.

Si lo interpretamos desde la ilustración judía, que murió hace demasiado tiempo, a todos los demás dictum se impone el dictum final “We are forbidden, finally, to despair of the world as the place which is to become the kingdom of God, lest we help make it a meaningless place in which God is dead or irrelevant and everything is permitted”; es evidente que el exterminio de un pueblo cualquiera -palestino, por ejemplo- es una victoria póstuma de Hitler. Y Nietzche tenía razón, todo está permitido. Dios, por todos sus nombres, Yahve incluido, ha muerto.

Pero si se lee desde la mirada de estado, desde la anti ilustración judía moderna, desde el sionismo realizado, es evidente que se subordina a los otros tres componentes del mandato:  “… we are, first, commanded to survive as Jews, lest the Jewish people perish. We are commanded, second, to remember in our very guts and bones the martyrs of the Holocaust, lest their memory perish. We are forbidden, thirdly, to deny or despair of God, however much we may have to contend with Him or with belief in Him, lest Judaism perish”.

Y el genocidio -holocausto por otro nombre- está permitido para asegurar la supervivencia del estado israelí, si este se hace coincidir con el pueblo judío, como se ha hecho en la reforma “constitucional” del año 2018 que declara el estado de Israel como estado étnicamente puro: solo son ciudadanos del estado de Israel quienes hayan sido declarados judíos. Por definición los palestinos no lo son. Ni nadie más. Incluso aunque haya nacido allá, en cualesquiera de las tierras bajo dominio del estado israelí desde cualquier momento a partir de 1948, y sus papás sean españoles, de Córdoba (salvo que puedan acreditar que son descendientes de Maimónides).

Al objeto de que los “liberalilotas” adictos a la pócima de la “rule of law”, ocupen, arrancadas sus máscaras, el lugar que les corresponde en el infierno de Dante -se admiten apuestas sobre a qué circulo los enviará Dante cuando los muertos resuciten- es muy oportuno traer a colación que de los 11 miembros del tribunal supremo de Israel que ratificaron esa decisión de hacer del estado de Israel un estado étnicamente puro, todas y todos eran judíos, menos uno, que era de la minoría árabe. Y digo árabe, palestino, no musulmán. Fue el único que votó en contra. Del detalle de todo esto nos ocupamos en otro lugar. Baste decir que todos aquéllos, desde los liberaliliotas a otros varios agnocratas y muchos ignorantes, que han hecho coincidir libertad y lo que llaman estado de derecho, tienen aquí la prueba práctica más contundente de la falsedad del argumento; la teórica, la proporciono un judío ilustre (Kelsen, 1955).

Mucho más que los poderes del estado se sometan al “rule of law”, importa el contenido material de la ley a la que se someten. En la Biblia pueden encontrarse no pocas evidencia sobre como Yavhé reclamaba el sometimiento de todos los poderes del estado a los dictums de su Ley, dictum entre los que destacan los referidos a los enemigos del pueblo elegido: extermínenlos a todos, hombres, mujeres y niños. La única diferencia entre los estados de derecho, es quien da la orden.

En este, como en todos los demás asuntos humanos, la pretensión de universalismo decae ante lo particular, sobre todo cuando esto último -el pueblo elegido- se camufla como categoría general: por definición, para una religión étnica, no puede haber más que un pueblo elegido; ni dos, ni tres. La negativa del sionismo a interpretar la Shoa en clave universal es quizás la más palmaria de las quiebras del espíritu.

Recuérdese que el mitzvot 613 (en el ordenamiento canónico, no el de Maimónides) dice que si tienes relaciones sexuales con una esclava debes liberarla, evidentemente porque en otro caso, tus hijos serán esclavos. Se puede dejar de ser esclavo, pero no se puede ser ciudadano del estado de Israel si no se es declarado judío por la pertinente autoridad rabínica.   Si algo hay lejos, muy lejos, de la ilustración, es esto. Y es irreconciliable. Y deja inerme a todos aquéllos que en nada somos antisemitas. En nada. Y deja sin patria, también, a los que nos reclamamos judíos ilustrados. Por otra parte, aunque a algunos no les gusta recordarlo, la décima esposa de Mahoma, Safiya, era judía.

¿Eran posibles otras opciones, aparte de ubicarse en un lugar -Palestina- ocupado por otros? Era esperable que instalarse en un lugar ocupado por otros, como cuenta toda la historia de los estados coloniales, empezando por USA, solo es posible desplazando o exterminando a los que se encontraban allí antes -sean indios, argelinos o palestinos-.

La administración del imperio ruso intento “resolver” el problema de la imposible asimilación de los judíos con los llamados “Черта́ осе́длости”, “ דער תּחום-המושבֿ “ , “Pale of Settlement” con resultados desastrosos, toda vez que es sobre estos territorios que se verán algunos de los más violentos progroms antes de la solución final de los nazis. Y aunque es una opinión extendida que en esos territorios el antisemitismo sumió a los judíos en la pobreza, esa visión es incorrecta. Había muchos judíos pobres, como había muchos no judíos pobres. Pero en esos territorios floreció una pujante burguesía financiera, comercial e industrial de origen judío y floreció una no menos brillante literatura, cuya herencia llega hasta los años 30 del siglo xx en autores que escribían en ruso, en alemán, en yiddish y en hebreo, algunos de los cuales están traducidos al castellano, como David Bergelson, Der Nister, Israel Yehoshua Singer, Moyshe Kulbak.

Stalin intentó resolverlo, de un modo más radical, creando una república exclusivamente habitada por judíos. De aquel proyecto hoy no queda prácticamente nada pues en Еврейская автономная область, como ahora se llama en la Federación Rusa, apenas viven 1.000 judíos.

Los hechos estaban en su tiempo contra las fantasías de sionistas socialistas como Dov Ber Borojov basadas en el argumento liberal de productividad[10], formulado, como hemos visto, inicialmente por Locke, que conducirán a un cándido mundo en Palestina, donde habrá de todo para todos, donde judíos y árabes podrán vivir en paz.  Y están ahora contra cualesquiera soluciones basadas en la “buena voluntad de los pueblos”. La fantasía según la cual el nuevo estado a construir en la tierra prometida sería esencialmente justo, nunca paso de ser un recurso puramente retórico, incluso entre sus fundadores supuestamente de inspiración socialista o laborista, como ha puesto de manifiesto hace unos años (Sternhell, 1996) a propósito de Ben Gurión. Y el régimen de apartheid, que algunos parecen haber descubierto recientemente, está inscrito en el nacionalismo étnico fundacional del estado de Israel. Por eso solamente el flujo de la moneda puede dar cuenta de que los sindicatos que solían decir de sí mismos que eran sindicatos de clase -ellos sabrán de que son ahora cuando participan en corruptos repartos de migajas en instituciones como el consejo económico y social-.  sigan sentándose en la misma organización que Histadrut, que practica, desde siempre, el apartheid[11].

Los estados coloniales tienen su propia lógica y si se basan en una matriz trabada étnico-religiosa su poder destructivo de la vida de los otros, es aberrante.

Es por eso, que los Usa, deberían plantearse recortar uno de sus estados, desplazar de el a todos los que lo habitan, por los métodos que consideren más adecuados -su experiencia como estado fruto del “settler colonialism” les faculta para ello-, y ubicar en él, un estado judío independiente de la Unión. Esa es la única solución de la cuestión palestina. Si esto no les parece aceptable, pueden cambiar judío por palestino. Es muy probable que esto sea imposible, pues según recoge  (Birnbaum, 2022) también allí, en USA, el antisemitismo ha estado siempre presente. Si eso es así, la pregunta planteada por la Academia de Metz en 1787, « Est-il des moyens de rendre les Juifs plus utiles et plus heureux en France? (Birnbaum, 2017), seguirá tan vigente ahora como entonces; basta cambiar France por USA.

Ciertamente la experiencia de los Usa como estado especialista en apartheid también incluye algunos errores, como cuando desplazaron a los indios Osage a tierras sin valor aparente, para descubrir, poco después, que bajo sus pies había petróleo. Errores que se “resolvieron” vía asesinatos, cuya “resolución” está en la base del nacimiento del FBI tal y como cuenta (Grann, 2017) y ha dramatizado Martin Scorsese en su película Los asesinos de la luna de las flores, publicada en 2023. Un caso temprano de la maldición del petróleo, que ha venido asolando al mundo durante más de 100 años.

Naturalmente también pueden enviar lo que quede de los palestinos a Egipto, al punto que el gobierno militar de este país se vea obligado a fletarlos, salvo riesgo de caer en una ola de protestas nunca vistas, rumbo a Italia, de modo que la Otan deba optar por recibir los refugiados palestinos o por hundir los barcos en el Mediterráneo. La verdad es que esta foto especular de los barcos sionistas, la estamos viendo casi cada día con toda clase de pieles obscuras que intentan cruzar el Mediterráneo. No es seguro que un pequeño salto de escala, reconciliara a los europeos occidentales con la realidad del mundo.

Al fin y al cabo, siguiendo la lógica Golda Meir, “el único hombre en el gobierno”, según expresión atribuida a Ben Gurión y a la que la nueva película, Golda, publicada en 2023, que se suma a otras varias anteriores que buscan infructuosamente hacerla brillar, puede afirmarse que los palestinos nunca existieron. E incluso que la familia de los Husaynis, que sobresalieron en Palestina entre 1700–1948 (Pappe, 2017), contemporizando con otomanos y británicos, o no fueron o no fueron palestinos o simplemente no estaban allí. Las imposturas de lo real no conocen límites. Espectros, no solo monstruos, produce el sueño de la razón occidental.

Por lo demás los eventos de octubre de 2023 en Palestina ponen de manifiesto la lógica de las ocultaciones: (i) los resistentes son terroristas; (¡¡) la limpieza étnica, el genocidio, es “castigo colectivo”, supuestamente en aplicación de la “doctrina Dahiya”. No es genocidio sino, acaso, crimen de guerra. Esta interpretación, en supuesta aplicación de la ficción del derecho internacional, es menos grave ante la corte penal internacional, la máxima simulación a que ha llegado hasta el momento el llamado derecho internacional.

Es necesario para sostener esta interpretación, olvidar que si bien puede tener alguna virtualidad cuando se aplica en territorio de otro estado, como fue el caso cuando se formuló por primera vez la “doctrina Dahiya”, en el ataque a campos de refugiados en Líbano, carece de sentido cuando se aplica dentro de los propios límites territoriales del estado, especialmente cuando el objetivo ni siquiera es el castigo colectivo sino el exterminio y/o el desplazamiento por huida, pues esta es la lógica de un estado resultado de “settler colonialism”.

Incluso los “liberaliliotas”, los mismos que invocaban sin rubor “el deber de proteger” para justificar intervenciones supuestamente humanitarias que creaban desastres humanitarios más graves que los que supuestamente pretendían corregir, invocan ahora un derecho a la defensa, derecho inexistente ni en la más alucinada versión del derecho internacional, para un estado colonial. También los colonos franceses en Argelia lo invocaban y los colonos holandeses de África. Lo hago porque puedo deviene en su argumentario la fuente de la moral. Este es su discurso sobre principios y valores.

Nada de todo esto es apto para menores ni para seres sensibles. Digan lo que digan todos los que en el mundo han vertido palabras sobre el poder de la resistencia pacífica, la fuerza, es el juez del universo humano.

Y por eso, conviene recordar que, en esa misma región, en 1956, con la guerra ganada -guerra del Sinaí-, en parte debido a la indolencia de Khrushchev (dicen que distraído por la revuelta de Budapest), y la victoria perdida, en parte debido a una de las amenazas más persuasivas, la financiera, la de tumbar la libra esterlina, por parte de Eisenhower y en parte debido a la disuasión nuclear, esta vez sí, ejercida convincentemente por Khrushchev, se levantó acta de la defunción formal y definitiva de un imperio, el británico (Charlwood, 2019).

Hay tiempo, antes del centenario de esta defunción, para que otros imperios, se reconozcan o sean declarados muertos. El matiz es importante pues no por casualidad son populares las series y películas de zombis. Mientras tanto la batalla continua en todos los frentes.

Decir lo evidente sale muy caro. Pregúntenle, entre otros, a Paddy Cosgrave, fundador de la Web Summit, misteriosamente subsistido por una fotogénica, Katherine Maher, de pelo claro y ojos claros, que todo indica es un operativo especialista en cambio de régimen, y punta de lanza de los esfuerzos USA por controlar Wikipedia[12]. Dicen que Wikipedia respondía a la ideología libertaria objetivista enunciada por Ayn Rand, donde beben no pocos anarcocapitalistas, entre otros el fundador de esa enciclopedia, aunque fue vendida al mundo como sueño ilustrado de poner el conocimiento universal a disposición de todos. Llegará un día en el cual Wikipedia estará prohibida en medio mundo o más y con ella morirá la impostura sobre otro de los sueños ilustrados. Ya quedan menos sueños ilustrados que matar a medida que la maldición de Midas se adueña del mundo.

Pero por favor, no me hablen más de “principios y valores europeos” como inspiradores de la política exterior y ni aún de la interior.

Eso es todo. Nos vemos en alguno de los otros mundos que, como es sabido, están en este. El legado es siempre de cenizas. Por eso lo viejo parece nuevo. Recuerden que como dice Sem Tov[13], (gracias al cual gané una competición literaria en tiempos de bachiller, si bien, desafortunadamente la dicha fue turbada por el llanto inconsolable de la perdedora niña finalista) “El nesçio non sabia, Que lo fize por infinta, Porque yo non quería, Perder en el la tynta”.

Notas

[1] https://en.wikipedia.org/wiki/New_Historians

[2] Conferencia 2015, April 10, at the National Press Club https://www.youtube.com/watch?v=DGO3eBxQX7Q&list=PLqnzBdOyKbnZ3tc6xFu6FEAMPRcdSEtyW&index=16

[3] Ver el Capítulo Иудаистский клерикализм и его функции в Израиле  (Фурман, 2011, págs. 138-148).

[4] https://www.rionegro.com.ar/los-maestros-franceses-de-los-represores-argentinos-AJHRN2008316251001/

[5] Versión en ingles https://english.alarabiya.net/News/middle-east/2023/10/12/Israeli-military-instructors-return-from-Ukraine-after-Hamas-attack-Russian-forces

[6] Carl Schmitt (1988) Positionen und Begriffe im Kampf mit Weimar–Genf–Versailles. 1923–1939, p. 3. Carl Schmitt (1988) Die Wendung zum diskriminierenden Kriegsbegriff.

[7] Declaraciones de https://www.huffpost.com/entry/naftali-bennett-kill-arabs_n_3670767

Informe del The Misgav Institute for National Security & Zionist Strategy donde se afirma que los sucesos de octubre de 2023 son una oportunidad de limpieza étnica https://gm64cjz7un7ucso4yegkssuqfzmg7ctn7mkb66c7l6sj7gzyo6syphid.onion/2023/10/25/israel-hamas-opportunity/

Después de la publicación, la página web de ese instituto ha sido deshabilitada.

Un texto donde se propone localizar lo que quede de los palestino de Gaza en el Sinai, elaborado por el llamado Ministerio de Inteligencia: https://www.mekomit.co.il/%D7%94%D7%9E%D7%A1%D7%9E%D7%9A-%D7%94%D7%9E%D7%9C%D7%90-%D7%A9%D7%9C-%D7%9E%D7%A9%D7%A8%D7%93-%D7%94%D7%9E%D7%95%D7%93%D7%99%D7%A2%D7%99%D7%9F-%D7%9B%D7%99%D7%91%D7%95%D7%A9-%D7%A2%D7%96%D7%94-%D7%95/

Es posible que este documento desaparezca también. A ambos hemos accedido y descargado la pertinente copia en el idioma original.

[8] (Kramer & Sprenger, 2000).

[9] Al parecer este texto fué propuesto para una conferencia: «Jewish values in the post-Holocaust future: a symposium», Judaism, XVI, 3 (Summer 1967), 269-273, 289-290, 295-296, referenciada en https://discoverarchives.library.utoronto.ca/index.php/jewish-values-in-post-holocaust-future-symposium-judaism-xvi-3-summer-1967-269-273-289-290-295-296. El texto aparece referido, pero no reproducido en (Fackenheim, 1982).

[10] https://www.marxists.org/subject/jewish/bb-israel.pdf “When the waste lands are prepared for colonization, when modern technique is introduced, and when the other obstacles are removed, there will be sufficient land to accommodate both the Jews and the Arabs. Normal relations between the Jews and Arabs will and must prevail” (pág. 130).

[11] https://www.elsaltodiario.com/mapas/ruptura-alianzas-ccoo-organizacion-israeli-histadrut-deber-sindical-politico-etico

[12] https://thegrayzone.com/2023/10/31/regime-change-web-summit-ceo-israeli-war-crimes/

https://thegrayzone.com/2020/06/10/wikipedia-formally-censors-the-grayzone-as-regime-change-advocates-monopolize-editing/

https://thegrayzone.com/2020/06/11/meet-wikipedias-ayn-rand-loving-founder-and-wikimedia-foundations-regime-change-operative-ceo/

[13] (Tob, 1985, pág. 90; porverbio 41).

 

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