Una de los más desconcertantes trampantojos es entender por qué, si la democracia liberal se asienta en el gobierno del pueblo, produce resultados tan poco satisfactorios para las vidas de las gentes del común. O bien las gentes del común no son pueblo o bien la democracia liberal no se basa en el gobierno del pueblo. No sé si Remedios Varo, de seguir entre nosotros, o alguna reencarnación de su pincel, podría ayudarme a representar mi perplejidad con un hermoso lienzo.
Las explicaciones y soluciones propuestas por unos y otros apenas rozan las causas de esa deriva, pese a que la literatura dedicada a la “crisis de la democracia” da para llenar contenedores y enviarlos de vuelta a China, en los mismos contenedores donde llegaron los teléfonos móviles que sostienen la conectividad democrática de Occidente.
No voy a hacer justicia a esa literatura toda vez que me exigiría convocar piras en todas las plazas mayores de las capitales de todo occidente —y para las piras y la purificación por el fuego, hay no pocos voluntarios—. Seguramente de la imaginación de algunos de esos “políticantes” —politólogos es un término de origen noble, grandemente abusado— procederán inventos como las PASO (primarias abiertas simultáneas y obligatorias) afinadas en un país imaginario llamado Argentina. “Politicantes” que seguramente ignoran, o hacen como si ignoraran, que las elecciones no fueron practicadas por la democracia clásica ateniense, salvo para elegir los “strategoi”, y que el pedigrí de las elecciones, como bien sabían los fundadores de la democracia liberal, es más bien aristocrático.
La perplejidad sufrida la primera vez que escuche ese término —la PASO— a punto estuvo de hacer salir de su órbita mi ojo izquierdo; el derecho es insensible a las idioteces.
Para devolver mis ojos a su justo equilibrio, me voy a centrar en un círculo vicioso que provisionalmente nombraremos impotencia por diseño. Este es el esquema.
Las ideas son muy sencillas. De acuerdo con la “golden rule”, las elecciones las gana quien dispone de más dinero.
Quién dispone de más dinero impide que la tendencia natural de los mercados a la oligarquización —acelerada por la digitalización que aumenta a escala planetaria la acumulación y facilita, junto con el code of capital, la expansión del imperio— sea corregida. Y hace posible que los buybacks alcancen valores nunca vistos. Buybacks que son animados por el equity capital[i]. Y contribuyen al crecimiento descontrolado de esos fondos, cuya expansión a su vez depende de los resultados electorales, es decir del dinero. Espiral nada virtuosa. Su punto de equilibrio es la extinción por agotamiento o por violencia, externa o interna.
La idea de que las elecciones las gana quien dispone de más dinero —golden rule— no los mejores programas o ideas, parece contraintuitiva, y así lo fue cuando se formuló por primera vez (Ferguson, 1995). En ese momento, la teoría del comportamiento electoral estaba dominado precisamente por los modelos de elección racional según los cuales los electores votaban de acuerdo con sus intereses. El cómo estos se configuran se daba por supuesto. Los electores votaban supuestamente igual que compran mercancías en cualquier otro mercado, a las opciones que les proponían una “core benefit proposition” con más valor. Y este mecanismo conducía necesariamente al triunfo de las opciones con más valor para el mayor número. Esta opción siempre había de encontrarse en un punto próximo al centro. Esta idea se formalizó en los llamados “median voter models”.
Thomas Ferguson, un economista fundador del Institute for New Economic Thinking (institución inicialmente financiada por Soros), ha continuado trabajando en documentar su intuición de que las elecciones las ganas quien dispone de más dinero[ii], intuición que viene a llevar al mercado político evidencias similares a las que prueban las tendencias “naturales” de cualesquiera mercados a devenir oligopolios y a perpetuarse como tales. Y ha propuesto el término affluent authoritarianism[iii] para dar cuenta de la relación empírica, prácticamente lineal, entre el dinero que va a un candidato y los resultados electorales (Ferguson, y otros, 2022). Y ha procedido a desmontar la idea de que el dinero va donde hay más posibilidades de ganar según las encuestas, entre otras razones, porque esas posibilidades son en gran medida una creación de los medios de comunicación, que a su vez dependen de la afluencia de fondos con fines electorales. Ni siquiera las probabilidades de reelección son importantes para decidir adónde van los dineros[iv].
Estas evidencias vienen a probar las aportaciones de (Gilens, 2012) y (Gilens, y otros, 2014), según las cuales los ciudadanos del común no tienen ninguna influencia en la agenda política. Incluso el propio Thomas Ferguson (Ferguson, y otros, 2020) ha aportado evidencia empírica suplementaria de que el Congreso de los EE.UU. no resiste la presión de la moneda. Lo siento, no es corrupción, porque es legal. Y según la definición de los sabios de la democracia liberal, si es legal no puede ser corrupto: solo hay que invocar la fórmula mágica, “rule of law”, cuya potencia salvífica ni un illuminati puede sospechar.
De acuerdo con estos análisis lo definitivo para determinar cómo va a votar el Congreso es la estructura empresarial que está detrás de la influencia (Ferguson, y otros, 2017). En la medida en que el sector financiero ha crecido fuera de todo control y ha arrasado con la economía productiva, el sistema deviene irreformable y previsiblemente esto conducirá a su destrucción más pronto que tarde. Lo mismo que nos dice M. Hudson (Hudson, 2023) sucedió con Roma, cuya herencia arrastramos.
Evidencias similares se están reuniendo para otras democracias liberales (o asimiladas). Así en el caso de la India, el mismo esquema, es decir, la colisión entre dinero y elecciones, ha sido también documentado y calificado por algunos (Chatterji, y otros, 2019) como “autoritaritarismo electoral”.
Por el momento en Europa esta clase de análisis ha sido ignorado y desdeñado como algo que les sucede a los otros, no a las serias y consolidadas democracias del extremo oeste del continente europeo. Y ello pese a que todo indica que esto es exactamente lo que ha venido sucediendo en la muy sagrada V República francesa.
Y seguramente está sucediendo a lo largo y ancho del subcontinente, pese a las leyes restrictivas de la financiación electoral. Estas hacen menos fácil relacionar los puntos, pues la financiación no solo fluye exclusivamente a los candidatos, lo cual puede derivar en tramas de corrupción, como está siendo probado en Francia con Sarkozy y el dinero libio, entre otros, y ha sido probado de aquella manera típicamente castiza, en el caso de España con el dopaje continuado del PP. Fluye sobre todo a través de los medios de comunicación y otros mecanismos de clientelismo.
Tal vez al lector de la clase media, similar o idéntico a la mayoría de los que leerán estas líneas, cuya existencia está amenazada, quizás convenga aclararle que son los buybacks. Cuando me inicié en el estudio de las finanzas, en algún momento del pasado siglo XX, recuerdo haber oído con creciente frecuencia que el objetivo de una empresa no era crear valor, era crear valor para los accionistas. Todo lo demás, incluida la creación de productos y servicios valiosos, era instrumental a este objetivo. Aparentemente nada perverso había en este objetivo, pues así es como era el mundo capitalista, así es como debía ser el mundo capitalista, así es como es el mundo capitalista.
El problema aparece cuando las empresas usan fondos que o bien deberían ser reinvertidos para sostener las propuestas de valor —mejorar los productos y servicios o desarrollar nuevos productos y servicios— o bien deberían ser directamente pagados como beneficio, para otros fines. En concreto los usan para comprar sus propias acciones en los mercados donde cotizan, de modo que el valor de esas acciones sube —son más escasas para los inversores financieros— y permiten realizar pingues beneficios financieros a diferentes especuladores, entre los cuales destacan los equity funds, que para nada han financiado ni financian el desarrollo de los productos y servicios de la empresa. Es notorio el alborozo con que esos especuladores reciben esas iniciativas. Todos ellos, al igual que Warren Buffet, saben que hay lucha de clases y están en el lado ganador. Son otros los que lo han olvidado —los comunistas— o quienes siempre fingieron que no lo sabían —los socialistas—. Y con ellos toda la amalgama de modernos e indiferentes, gentes adictas a la pantalla (ya ni siquiera al ruido, como los viejos rockeros).
La prevalencia de los buybacks es inducida por el incentivo perverso que vincula los salarios de los CEOs al valor de las acciones y/o permite que esos mismos CEOs estén vinculados directa o indirectamente a los equity funds.
Lazonick, un economista vinculado también el Institute for New Economic Thinking[v] llama a los beneficios así generados “profits without prosperity” y califica las prácticas que los hacen posibles como “predatory value extraction”[vi]. Y ha reunido evidencia de hasta dónde estas prácticas son endémicas en las grandes corporaciones:
Fuente: (Lazonick, 2023)
Como puede apreciarse en la lista se encuentran las farmacéuticas, las GAFAM (acrónimo de Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft) y hasta fabricantes de chips, aparte de los sospechosos habituales de gran consumo y el petróleo.
La práctica es sostenible en la medida en la que la oligarquización de los mercados haga posible seguir disfrutando de los superbeneficios con los que sostiene.
Evidentemente requiere salarios bajos, protección legal. Especialmente notorio en el caso de las farmacéuticas y las GAFAM, después de las súper protecciones a las patentes farmacéuticas y al software introducidos por la WTO bajo la presión de la administración Reagan (Boldrin, y otros, 2008), (Schwartz, 2021), protección del “code of capital” a escala global, una de las dimensiones clave de la globalización (Durand, y otros, 2019), donde se incluyen los llamados Trade-Related Aspects of Intellectual Property Rights (TRIPS) (Schwartz, 2019), acceso ilimitado a recursos naturales extraterritoriales, con protección y/o disuasión militar incluida, (otra de las dimensiones clave de la globalización).
Y si todo esto se muestra insuficiente, sanciones territoriales y extraterritoriales, que si bien en el caso de Rusia se enmascaran con el conflicto separatista en la tierra de frontera (Ucrania), en el caso de China, con la guerra de los chips (Miller, 2022) no invoca otra justificación que impedir que China termine con la fuente de los superbeneficios de los que disfrutan las élites que dominan Washington.
Las retóricas que emergen en este proceso son rocambolescas. Uno de mis favoritos es este titular de the Guardian[i], un medio que pretende representar el capitalismo civilizado (incluso ha pedido perdón por haber nacido de los beneficios del mercado negrero, como si no hubiera continuidad entre el capitalismo actual y el mercado negrero, asunto del que nos ocuparemos en otro momento): “Huawei accused of building secret microchip factories to beat US sanctions”. Al parecer una empresa china necesita permiso de la oligarquía yanqui para construir fábricas, no ya en Florida, sino en China.
Las consecuencias que para el “golden billion” han tenido y están teniendo estas prácticas de buybacks son enormes y solo pueden que crecer cada día. Algunas, como la reducción de la inversión de las farmacéuticas en antibióticos y otros preventivos, son potencialmente terribles para la humanidad en su conjunto.
Lo cierto es que todas las iniciativas legislativas proteccionistas adoptadas por la administración Biden, dejan intacto el esquema que permite las buybacks. Es un capitalismo de estado al servicio de oligarcas (no, este término no es nativo ruso) y se basa en una palanca insostenible: impedir que China y el resto de los BRICS+, terminen con los “beneficios caídos del cielo de Washington”, ciudad que, si bien podría responder a un diseño masónico, con toda seguridad no es la ciudad de Dios de la que nos hablaba Agustín de Hipona.
Aunque en otro momento nos ocuparemos con más detalle de este asunto, la industria farmacéutica merece un apunte rápido. En su momento en la India emergió una poderosa industria farmacéutica de genéricos, que, entre otros éxitos, contribuyo enormemente a paliar los efectos del Sida en África. Esa industria ha sido desmantelada en su mayor parte, bajo la presión imperial. Las sanciones a Rusia están haciendo posible que parte de esa industria migre a Rusia. Y es muy posible que desde allí vuelva con fuerza renovada al gran sur, especialmente a África. Ésta es una de las muchas “unintended consequences” o “unanticipated consequences” o “unforeseen consequences” o mejor “knock-on effects” de las políticas del “affluent authoritarianism”, de una democracia liberal completamente capturada por los oligarcas (insisto este término no es nativo ruso) como son los EE.UU. de 2023.
Las buenas gentes y también los indiferentes están pensando: eso solo pasa en EE.UU. Y un titular como este “La banca gastará un tercio de su exceso de capital para remunerar a los accionistas. BBVA, CaixaBank y el Sabadell cuentan con programas de recompra de títulos propios en marcha por 1.700 millones[ii]” les pasa desapercibido. Es solo un 1/3 y es exceso de capital. No hay tal cosa como exceso de capital en un banco (salvo por definición administrativa), toda vez que su capital es un porciento muy pequeño de los dineros con los que se divierten sus ejecutivos. Pero incluso con independencia de ello, es un buyback. Y se asiente en la remuneración que esos bancos reciben de los fondos depositados en el Banco Central y en la no remuneran los depósitos de las empresas y los particulares. Beneficios caídos de cielo. El cielo, naturalmente es una institución independiente. Es una forma pura en el más fino sentido kantiano del término, de la expoliación propia del “jardín europeo” posible gracias a las instituciones independientes como el BCE. Independientes de la soberanía popular, tal y como se explica en “Instituciones independientes y policrisis” (Nuñez, 2023). ¿Alguien sabe entonces exactamente para qué sirve votar? ¡Descubrirlo es más de lo que las delicadas plantas del jardín europeo van a poder soportar!
¿Cómo podemos “conatus adversariorum effringere”, hacer fracasar los propósitos de los adversarios de la democracia, de nuestros adversarios, sin caer en retórica reaccionaria ni en ingenuidad progresista?
Recordemos que las claves de la retórica reaccionaria (Hirschman, 1991) son perversidad, futilidad y peligro. La tesis de la perversidad sostiene que cualquier acción orientada a mejorar el orden político, social, económico, solamente conduce a exacerbar el mal que pretende remediarse. La tesis de la futilidad sostiene que cualquier acción orientada a mejorar el orden político, social y económico solamente conduce a ningún cambio relevante, o a cambios menores. La tesis del peligro sostiene que cualquier acción orientada a mejorar el orden político, social, económico, solamente conduce a unos costes superiores a los bienes que se intentan alcanzar. Y la ingenuidad progresista resulta de asumir la ilusión de la sinergia, la tesis de inminente peligro, y la tesis de la historia está de nuestro lado.
La ilusión de la sinergia consiste en creer que las acciones orientadas a mejorar el orden político, social y económico se refuerzan unas a otras, en lugar de competir entre ellas. La tesis del peligro inminente conduce a asumir que es necesario actuar urgentemente para resolver un problema inminente, con independencia de las causas concomitantes que han creado el supuesto peligro inminente, lo que conduce a usar palancas con insuficiente potencia. La tesis de la historia está de nuestro lado, está basada en la confusión de la esperanza con la estrategia, del dolor con el valor, de los nombres abstractos —la historia— con las correlaciones concretas de las fuerzas que mueven el mundo.
¿Κασσάνδρα, Κασσάνδρα, cómo creerte, cómo decidir cuándo atarse al mástil y cuándo enfilar la proa y arrasar con los enemigos, con todos y con cada uno? Si somos más, ¿cómo disfrutar el canto de las sirenas y no acabar en el abismo? ¿Necesitamos encender de nuevo la antorcha, el fuego sagrado de la revolución? (Billington, 2017). En el citado texto de mi autoría (Nuñez, 2023) hay algunas ideas, no especialmente revolucionarias, aunque en el estrecho corredor por el que estamos caminado en el oeste del subcontinente europeo, hasta pudieran parecerlo.
Reflexionen, especialmente si se cualifican a sí mismos como indiferentes o apolíticos (avestruces, por otro nombre). No hay nada natural en los buybacks. Nada.
Notas
[1] Del cual hemos hablado aquí https://tiempodetormentas.com/humanidad/economia-politica/equity-capital-fondos-buitre-capital-riesgo/
[2] https://www.ineteconomics.org/perspectives/blog/the-origins-of-the-investment-theory-of-party-competition
[3] https://www.ineteconomics.org/perspectives/blog/affluent-authoritarianism-mcguire-and-delahunts-new-evidence-on-public-opinion-and-policy
[4] https://www.ineteconomics.org/perspectives/blog/big-money-drove-the-congressional-elections-again
[5] https://hbr.org/2014/09/profits-without-prosperity
[6] https://www.ineteconomics.org/perspectives/blog/the-scourge-of-corporate-financialization-income-inequity-employment-instability-productive-fragility
[7] https://www.theguardian.com/technology/2023/aug/23/huawei-accused-building-secret-microchip-semiconductor-factories-us-sanctions
[8] https://cincodias.elpais.com/companias/2023-08-28/la-banca-gastara-un-tercio-de-su-exceso-de-capital-para-remunerar-a-los-accionistas.html
Referencias citadas
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