Recensión:
Fressoz, J.-B. (2020). Les révoltes du ciel: Une histoire du changement climatique XVe-XXe siècle. Éditions du Seuil.
Fressoz, J.-B. (2024). Sans transition. Une nouvelle histoire de l’énergie. Seuil.
Una de las experiencias, no se si más desagradables, pero sí más inquietantes, es descubrir que, pese a los muchos años vividos, o quizás debido a ellos, una y otra vez, se hace evidente que gran parte de lo que uno creía saber sobre el mundo, es falso. Esta es la razón por la cual, en este mismo medio, comenzaré en breve a publicar una sección titulada: Teorías infames.
No se trata de una invocación de la falsa modestia del socrático “solo se que no se nada”. En primer lugar, porque esa frase, en el hipotético caso de que Sócrates la hubiera pronunciado, es muy improbable que fuera una manifestación de modestia, en boca de persona que era uno de los líderes intelectuales del partido aristocrático en la antigua Grecia. Y, en segundo lugar, porque descubrir que gran parte de lo que creías saber, es mentira, requiere un enorme esfuerzo.
Es bastante propio de idiotas creer que tienen opiniones propias -sin pararse a estudiar como llegaron a su cabeza- y a continuación mostrarnos lo buenas personas que son, porque respetan todas las opiniones, son tolerantes. Confunden el respeto a las personas con el respeto a las opiniones e incluso invocan esa famosa frase atribuida a Voltaire[1] pero que parece que el nunca pronunció, ni podía haber pronunciado, porque para nada corresponde a la Ilustración.
Las personas se respetan, las opiniones se combaten sin límite. No hay suficiente energía en este mundo para combatir las opiniones que se asientan en datos falsos, sobre todo cuando, una vez sí y otra también, uno descubre que, como otros muchos mortales, lleva muchos años siendo víctima de la agnocracia (McGoey, 2019), (Proctor & Schiebinger, 2008).
Una cosa es defender la parresia y sobre todo la isegoría, tanto o más importante que la parresia, pero ignorada por el liberalismo resultado de la guerra fría (Moyn, 2023) y por sus grandes propagandistas, los así llamado “liberalilotas”. Y otra muy diferente guardar silencio o no combatir una opinión errónea sobre la base de que todas las opiniones son respetables. Todas las opiniones no son respetables porque gran parte de ellas son producto de la violencia. Y es que contra lo que los bienpensantes creen saber, la violencia es constitutiva del orden, como Walter Benjamin dejó muy claro[2], es constitutiva del derecho, como el ilustre fascista Schmitt se esforzó en demostrar[3].
Y la violencia produce, inadvertidamente, opiniones por múltiples mecanismos de persuasión para hacer creer a las gentes del común que las opiniones que sostienen son suyas. Pero la mayor parte de esas opiniones no les pertenecen por autoría y además suelen ser contrarias a las acciones necesarias para mejorar su vida y la de todos los demás.
Nada de esto es casual. Así, con un cierto grado de sorpresa, me topé recientemente, en la sección autopropulsada de publicidad, con un video de youtube donde una señora, entrada en carnes y pelo pintado de amarillo, eso sí de piel blanca -no es misoginia, ni gordofobia, ni blanco fobia, solo una constatación[4]-, defendía acríticamente ideas perversas de Alisa Zinóvievna Rosenbaum, reciclada en USA como Ayn Rand. Seguramente muchos de los votantes en Argentina o en Ecuador creerán que las opiniones de Alisa, en realidad se les han ocurrido a ellos mismos mientras dormían. Y de ahí resulta lo que resulta.
Solo habrá que seguir el rastro del $ o el € para descubrir que ese video, que se me ofreció “espontáneamente” por Google, – ¡que inteligentes algoritmos implementan! -, responde a una estrategia bien financiada por algunas de las muchas internacionales de la infamia.
Si no teníamos suficiente con la Europa de los valores, esa en la que por acción o por omisión, se cometen toda clase de atrocidades, ahora vamos a tener que convivir con la publicidad de los valores, cada vez más presente cuanto más oligarquizado sea el sector de pertenencia del “emprendedor” que se publicita.
Pero volvamos al tema que nos traía aquí.
El que escribe esto, como muchos otros, ha crecido con la idea de que unas fuentes de energía substituyen a otras, que la madera fue substituida por el carbón, este por el petróleo, el petróleo por el nuclear y, maravilla de maravillas, todo lo anterior será substituido por los molinos y las placas solares (las aguas al ritmo que vamos con beberlas nos llega). Incluso en recientes historias de la llamada revolución industrial británica (Wrigley, 2010) se mantiene ese punto de vista.
De aquí procede lo fácilmente que asumimos, como un hecho natural, la idea de la transición energética, que defienden el emperador y sus oficiales, pero también cipayos, áscaris, e indios auxiliares, unas vestidas de blanco, otras de verdes y verdes azulados, magentas y hasta rojos. El término parece que procede de la química nuclear[5]. Pero la metáfora ha salido del laboratorio y ha invadido nuestras vidas. No necesariamente para bien.
Pero si miramos la historia de los últimos 200 años, resulta que esta imagen es radicalmente falsa. Las materias primas -madera, carbón petróleo- no solamente no han substituido unas a otras, sino que el consumo de todas ellas ha venido aumentando, incluso en consumo per capita. Han cambiado los usos, las dependencias y simbiosis entre ellas, pero no el consumo total que ha ido creciendo simultáneamente. En cierto modo extiende la constatación de que la paradoja de Jevons no tenía nada de paradoja.
Esto es lo que se nos documenta en la monumental historia de la energía en los últimos 200 años que acaba de publicar (Fressoz, 2024).
Y nos documenta también, y este es el punto critico aquí, como se ha ido construyendo esa imagen falsa, quienes han sido los que le han ido dando forma, científicos reputados entre ellos, que ideologías los animaban, que recursos comunicativos han usado y como se ha llegado hasta el punto de contaminar incluso el último informe del IPCC https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg3/downloads/report/IPCC_AR6_WGIII_FullReport.pdf
Uno de los puntos que más me ha divertido es toparme con los trabajos de Marchetti[6], uno de esos magos que representó las energías en términos relativos en lugar de en absolutos, y modelizó el mundo con la ayuda de esa curva mágica, la curva logística. Y es que esta curva, usada entre otros para modelizar la substitución de tecnologías y la difusión de productos, me ha traído a la memoria discusiones locas de hace unos años sobre cómo no representa la eficacia publicitaria (aunque algunos supuestos licenciados en matemáticas de central de medios de entonces sostenían lo contrario y, si no han muerto, supongo que seguirán defendiendo).
Y ya puestos con este historiador, no podemos por menos de recomendar otra de sus obras anteriores en las que nos hacer saber que la conciencia de que el hombre actúa no solo sobre el paisaje sino sobre el clima, es mucho más antigua de lo que creíamos.
En (Fressoz, 2020) documenta el uso de esa conciencia al servicio imperial en la colonización de América. Aparte de la particular versión de atribuirse el derecho de usar la tierra por la que otros caminan desde antiguo, con el argumento que no la cultivan como solo el blanco europeo occidental sabe hacer, buena razón para quitársela, razón de la cual ya nos hemos hecho eco en https://tiempodetormentas.com/opinion/analisis/rectificacion-de-los-nombres-sionismo-antisemitismo-y-otros-monstruos-de-la-razon/ , señala un aspecto particularmente interesante.
Nos muestra que la idea de que los árboles son los principales responsables de que el clima del trópico sea especialmente húmedo y por ello, poco apto para la agricultura, de modo que procede talarlos, aparte de para calentarse, hacer barcos y otros utensilios, para hacer que el clima de esos territorios sea lo más parecido posible al de Europa occidental estaba presente en razonamientos de hace más de 400 años.
Incluso, más tarde, en la revolución francesa se atribuye responsabilidad de las mala cosechas a la inadecuada gestión de los bosques por parte de la aristocracia y la iglesia. Bosques que, previamente habían sido arrebatados a las gentes del común en toda Europa, como bien documento Marx en el libro primero del Capital, salvo en el noroeste de León y el Bierzo[7] (de lo que Karl no tuvo noticia, pues nada había en la biblioteca británica que diera cuenta de ello).
Dos lecturas fantásticas y recomendables las que nos propone Jean-Baptiste. Con ellas aprenderemos mucho, aprenderemos que no hay nada más viejo que lo que se nos presenta como nuevo. Una vez más debo repetirlo. Lo siento por las generaciones del plástico que creen vivir en un mundo completamente nuevo, y esto sí es cierto, lleno de plástico. Incluso sus cuerpos y el mío, están llenos de plástico. ¡Extraños ciborgs! Mejor habrá que llamarlos “plastiborgs”. Otra utopía que requiere ser reelaborada.
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Notas
[1] La frase en cuestión es “I disapprove of what you say, but I will defend to the death your right to say it”, “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo» que al decir de (Boller & George, 1990) fue acuñada por Evelyn Beatrice Hall.
[2] En su breve opúsculo “Para la crítica de la violencia” (Benjamin, 1971, págs. 171-199).
[3] Especialmente en (Schmitt, 1986).
[4] Como Quevedo, fácilmente replicable para cualquier sexo i.e. “Un hombre con culo gordo y adornado con quevedos, a los españoles les cuenta, “los pasaportes de Kosovo valen, aunque Kosovo no aparece en los registros del ministerio”. A mi pasaporte osetio pegué una foto adornada con viejos quevedos y a Abjasia me voy en un carro serbio. Levanten la barrera y saluden al paso, que por los Pirineos se va ese hombrecillo con culo gordo, adornado con quevedos”.
[5] Tal vez la autoría del término se pueda atribuir a Harrison Brown, uno de los que trabajaron en el Manhattan Project, si bien su vida política parece que se fraguó en https://www.eastwestcenter.org/ , antes de llegar a lo más alto de la capital del imperio.
[6] Más detalle aquí https://connect.iiasa.ac.at/news/1519240
[7] Sobre este interesante asunto hablaremos en otro próximo artículo.
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Referencias
Benjamin, W. (1971). Angelus novus. Edhasa.
Boller, P. F., & George, J. (1990). They never said it. Oxford Univ. Press.
Fressoz, J.-B. (2020). Les révoltes du ciel: Une histoire du changement climatique XVe-XXe siècle. Éditions du Seuil.
Fressoz, J.-B. (2024). Sans transition. Une nouvelle histoire de l’énergie. Seuil.
McGoey, L. (2019). Unknowers How Strategic Ignorance Rules the World. Zed Books, Limited.
Moyn, S. (2023). Liberalism against itself. New Haven: Yale University Press.
Proctor, R. N., & Schiebinger, L. (2008). Agnotology. Stanford University Press.
Schmitt, C. (1981). Legalidad y legitimidad. Editorial Aguilar.
Schmitt, C. (1986). Political Theology. The MIT Press.
Wrigley, E. A. (2010). Energy and the English Industrial Revolution. Cambridge: Cambridge University Press.