Escritor y cineasta, ha escrito varios libros especializados en cine italiano compaginado con su trabajo de locutor de radio. Desde hace unos años viene centrándose en su carrera como cineasta en el que ha presentado el documental ‘Historias de Lima’, ha rodado el largometraje ‘La noche al revés’,estrenó ‘Pier Paolo’ y ha finalizado otro documental, ‘Mala’, sobre uno de los barrios más desfavorecidos de Lima.
- ¿Por qué has querido ser director de cine?
Desde que era un niño sabía (incluso de manera muy inconsciente al principio), que dentro de mí se agitaban fuerzas contradictorias que eran provocadas por la realidad que me rodeaba. A esta realidad la podemos llamar padres, hermanos, instituciones, costumbres; poco a poco me fui encerrando en mi interior buscando la soledad que me permitiera la libertad que siempre he anhelado. Esta libertad yo la entiendo como un pronunciamiento de mi yo, de mi otredad, de lo qué sin saber, ya que a los cinco años uno no sabe nada todavía, buscaba con tanto afán; yo sufría continuamente accesos de una gran melancolía, que se tornaba en felicidad, cuando pensaba que alguno de aquellos objetivos de búsqueda, habían hecho acto de presencia sin saber cómo, o mejor dicho: tras haber anhelado obstinadamente su presencia.
Esto me condujo más adelante a querer expresar o expresarme de algún modo; a los diez años, ya sí sabía que necesitaba el arte para decir algo de mí a mí mismo. Aunque, naturalmente, también pensaba en el receptor, en ese futuro público que debía entender mi necesidad de arte. Puedo decir que todo mi aprendizaje juvenil ha sido muy autodidacta, y más guiado por la experiencia, que por la teoría o el estudio. Esto, sin embargo, me limitaba, y yo era consciente de ello, por eso y dada la sed de curiosidad que siempre he sentido y aún siento dentro de mí, cuanto más crecía, más me ponía a estudiar por mi cuenta, leyendo sobre todo y escuchando a quien me podía enseñar. Así creo que ha sido mi aprendizaje artístico: una pieza tras otra, como quien da un paso adelante y otro más, para avanzar y mantener el equilibrio y demostrar (demostrarse), que se puede ir erguido a pesar de los embates de lo que nos rodea: la violencia diaria urbana… el ruido de las voces que no sintonizan, sino que enturbian.
¿Y el cine, por qué? Pues, sencillamente, porque de todas las artes, era el único que se hizo cómplice de mi dolor, mi angustia y mi vitalidad. En el repaso de mis habilidades, no conseguía nada bueno: no sabía dibujar, no sabía pintar, no sabía componer ni tocar música, no me interesaba la escultura o la arquitectura y tampoco quería ser un escritor, a pesar de que escribía desde temprana edad. Entonces, me dije: no se hacer nada realmente, no tengo ningún talento. Y un día empecé a pensar en el cine como un arte. Y puede parecer extraño esto que te digo, porque desde niño había ido a las salas de cine y a los cines de verano, y era algo que me gustaba mucho hacer, creo que este gusto de ir al cine lo heredé de mi padre, que siempre nos llevaba a ver películas (era la época de las sesiones dobles de los cines de barrio), junto a mis hermanos. Pero el cine se difundía como un vehículo comercial solamente, y para mis ojos de niño, solo existían los actores, las actrices, las historias que ellos protagonizaban. Sí, uno leía en los títulos de cabecera que alguien dirigía aquellas películas, pero no sabía en qué podía consistir aquella dirección, más allá de suponer que era el director quien ponía la cámara delante de los actores, la cual, registraba sus actuaciones. Y entonces investigué a fondo y seriamente una vez terminado el último curso de la educación primaria (la E.G.B.). Durante las vacaciones de verano, que eran casi tres meses, aquel chiquillo de trece años, con la limitación de material que en aquellos años había, se puso a
estudiar como un loco el fenómeno del cine. Hoy día es difícil para un chico de esa edad, pensar en un mundo donde no hay ordenadores, ni teléfonos móviles, ni tabletas y mucho menos algo como internet, donde está cualquier cosa que uno quiera buscar. ¡Pero mi curiosidad insaciable me condujo a encontrar la llave del cine! Así, descubrí que el cine tenía distintos movimientos artísticos (el Expresionismo, el Dadaísmo, el Surrealismo, la Nouvelle Vague, el Free Cinema, el Underground Americano, etc), que había obras cinematográficas que no se ajustaban a las reglas de aquel cine del oeste o de kárate que yo veía en los cines y que solamente servían para pasar el rato, y que ser director era una cosa más compleja de lo que yo imaginaba. Este hallazgo, me produjo una conmoción que cambió el rumbo de mi vida. Una tarde me dije a mí mismo que aquel Arte en el que no había reparado como tal, reunía en sí todos los artes, y eso sí podría ajustarse a lo que yo estaba buscando desesperadamente para expresarme.
También me di cuenta de que la escritura era un complemento perfecto para desarrollar aquel Arte del cine, porque como ya te he dicho, siempre me ha gustado escribir.
- Pero tú también has publicado libros de poesía: ¿cómo influyó la poesía en tu cine?
Sí, es cierto. Me considero poeta de una forma natural, ya que nunca quise serlo conscientemente, sino que llegó a mí poco después de haber tomado esta decisión de ser cineasta. Una mañana en la clase de literatura, mi compañero y amigo de la infancia, me propuso que escribiéramos poesía. Yo le miré alucinado y le dije que de ningún modo iba a perder mi tiempo haciendo versos, que bastante tenía ya con aguantar aquellas aburridas clases de literatura (y eran aburridas, porque el maestro no transmitía ninguna enseñanza real sobre la materia y se limitaba a dar la clase con la rutina de quien tiene que cumplir un empleo), como para encima trabajar de más haciendo poemas. El caso es que mi amigo sí se puso manos a la obra, y comenzó a redactar pequeños poemas que me iba enseñando con aire de desafío, como diciéndome: ¡mira lo que puedo hacer y tú no! Eso bastó para provocarme y ponerme a escribir los dichosos poemas. La cosa es que al cabo de varios días, ya no podía dejarlo. Había sucedido algo dentro de mí que me tenía emocionado y casi asustado. Por primera vez en mi vida, sentía que expresaba de verdad lo que tenía dentro tal y como yo quería, o al menos daba forma a mi angustia, a mis anhelos, a mis sentimientos, de la forma en que debía ser, o como yo intuía que debía ser aquello que me quemaba por dentro desde que era muy niño; es decir: la poesía me daba herramientas de expresión que yo podía graduar a mi manera, y esto me permitía una infinita gama de matices. Yo supe (sin saberlo), que la poesía me salvaría la vida después de todo, ya que el cine parecía, en aquel momento, a mis catorce años, una utopía. Y así la poesía fue el cine que no podía hacer hasta que llegara su momento, hasta esa hora en que mi cine, nacería por fin. Siempre he sido muy impaciente con las cosas, pero creo que gradualmente aprendí el sentido de la espera. No te lo vas a creer, pero un día descubrí que la profesora de matemáticas (que siempre me suspendía), tenía una cámara de Super 8, que se llamaba
“tomavistas”, y conseguí que me la prestara para hacer mi primera película, un pequeño corto muy ingenuo que contaba la historia de un hombre que por culpa de su ludopatía lo pierde todo en la vida. ¡Y al final se suicidaba colgándose de un árbol! Todavía recuerdo la primera vez que apreté el gatillo de la cámara para hacer el primer plano de mi vida. Fue tan emocionante para mí, que sin poder evitarlo, mi cuerpo empezó a temblar sin control durante todo el tiempo que duró la toma. Hasta me asusté un poco de aquella reacción. Pero ahora sé que era la emoción que se desbordaba desde lo más profundo de mí, ahora sé que aquello significaba que no me había equivocado cuando pensé que el cine me salvaría la vida.
Y ahora puedo decirte que el cine que hago está hermanado con mi poesía, que se llevan bien porque ninguno de ellos quiere suplantar al otro, sino más bien lo contrario: ambos quieren ser un complemento del otro, cederse el amor más absoluto y desinteresado, amarse locamente y conseguir que las pasiones tomen equilibrio y rezumen emoción, que es, creativamente hablando, mi mayor anhelo. Es lo que quiero ofrecerle al espectador: emoción, pero una emoción honesta, no provocada artificialmente, sin efectismos ni trucos baratos.
- ¿El cine es arte o es comercio, cuál es tu valoración?
Esta es la pregunta que siempre se ha planteado desde que el cine se inventa, porque a pesar de que el cine no nace como un negocio, sino como un entretenimiento científico, si nos atenemos a la invención del cinematógrafo de los hermanos Lumière, de forma inmediata, y en contra de sus propios creadores, los cuales sólo lo consideraban un entretenimiento que pasaría de moda, se convierte en un negocio muy despiadado y lucrativo. Pero eso es algo que yo tengo muy asumido hoy día, quiero decir, que respeto esa cualidad del cine como industria o producto meramente comercial, aunque no estoy de acuerdo en su mala utilización como instrumento para controlar a las masas; aunque si te das cuenta, el cine desde su invención, siempre ha sido propagandístico y ha intentado controlar a las masas.
Yo me defino como un artista que hace Cinematógrafo, que ha elegido ese Arte, porque a pesar de que sirva como producto industrial, es un maravilloso arte que, desde el cine mudo, ha dado muestras de su gran importancia como elemento indispensable para nuestra existencia. Así como la filosofía nos sirve para vivir, el cine como arte también, porque de modo casi invisible, es capaz de erizarnos la piel solo con la potencia de una imagen. Esto creo que lo hace de manera más poderosa la música.
Para aclarar el tipo de “cine” que hago y no pelearme con etiquetas que no me interesan nada, me quedo con la definición que uno de los más grandes artistas del Séptimo Arte dijo de su propio cine. Robert Bresson separó el Cine en dos partes: una sería la parte comercial, la mecánica industrial, la narrativa establecida para el espectador: lo que él llamaba el “teatro filmado”, que era todo lo contrario al arte. A esto Bresson lo llamaría: CINE. Y por otro lado, estarían esas otras películas que son obras de arte en sí mismas, utilizando todos los recursos propios del arte. Así como un pintor usa sus pinceles y sus colores y sus distintos lienzos, y encuentra su propia realidad a través de todos esos elementos, de igual modo el cineasta, con su cámara y todos los elementos propios de una película: movimientos de cámara, actores, paisajes, narrativa,
etc. construiría libremente su obra de arte basado únicamente en su instinto creaivo. Todo ello sería utilizado al gusto del artista, sin estar sujeto a reglas de un mercado que establece las normas generales de cómo debe rodarse un film. A esta forma de hacer cine, Bresson la denominó: CINEMATÓGRAFO.
Pues aquí me quiero adscribir yo. Por eso mi cine siempre responde a necesidades interiores y a retos creativos. No importa si una película es un encargo, siempre que el artista tenga libertad para hacer su obra en libertad, de hecho, creo que los encargos son buenos y muy inspiradores. El caso es que un artista necesita expresar, es algo interior, es algo incontrolable, es algo que no tiene reglas, ni intereses comerciales. ¿Por qué un artista debe expresar? Porque el Arte es lo que nos hace vivir, y el Arte existe desde el principio del mundo como podemos ver desde la prehistoria. El hombre siempre ha sentido la necesidad de expresar. Expresar es algo sagrado que responde a todos nuestros miedos, anhelos y desarrollo. Pero de todo esto se ha escrito mucho y, afortunadamente, hay grandes pensadores y filósofos que han explicado muy bien el sentido del Arte y su importancia vital. Por ejemplo hay un filósofo maravilloso llamado Walter Benjamin, que dejó varios escritos sobre el cine, especialmente uno titulado: La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, que es una auténtica joya para entender la evolución del cine hasta nuestros días. ¡Y está escrito en la década de los treinta!
- Has dirigido documentales y películas de ficción: ¿con que género te quedas? ¿O te sientes a gusto con ambos?
Es cierto, tengo incluso más cine documental que de ficción a mis espaldas, pero si he de serte sincero, me quedo absolutamente con el cine de ficción, que es lo que siempre he querido hacer. Por otro lado, tengo que reconocer que el cine documental es una experiencia maravillosa y de total creatividad, a la que nunca voy a renunciar. Lo que sucede es que dentro de la ficción tengo un campo más amplio para dar rienda suelta a lo que quiero expresar. Digamos que puedo dibujar mejor mis emociones con historias cerradas argumentalmente, que con documentales donde nunca se puede tener todo previsto. Además esa es la grandeza del documental: su imprevisión, su anarquía creativa. Esta parte del documental es la que más me ha gustado explorar en dos de mis películas tituladas PierPaolo, una biografía muy especial sobre el director italiano Pier Paolo Pasolini, y Urbanos, un documental experimental que filma actuaciones de músicos en el centro de Madrid. Los otros dos documentales que he dirigido: Hitorias de Lima y Mala: apuntes de una ciudad, son otro tipo de documental más social, que tiene otras reglas y otras exigencias creativas completamente diferentes, ya que la cámara sale a buscar gente cotidiana que quiere contar su historia.
Lo que si te puedo decir es que soy contrario a cualquier tipo de manipulación dentro de un documental de este tipo; me refiero a que mis documentales no obligan a “interpretar” a la gente de la calle, sino que la dejan total y absoluta libertad para ser tal como son en una primera toma. No hay nada más alejado de la realidad, que querer imponerla forzando la
naturalidad preparando los planos como si fuesen una primera toma. Es algo que odio profundamente.
- ¿Me puedes hablar de PierPaolo? ¿Qué te convenció para hacer un proyecto sobre Pasolini y como lo has llevado a cabo?
En realidad, continuando con lo que te decía sobre el concepto de documental, yo no considero un documental PierPaolo, en realidad para mí es una película de ficción que se aprovecha del género documental para expresar la vida de Pasolini. Y de hecho hay actuaciones de actrices y actores, y también actuaciones del director de cine Jordi Grau y del cantautor Luis Eduardo Aute, que se mezclan con una voz en off de intención claramente documental. Para mí esto ha sido lo más fascinante a la hora de ensamblar todos sus elementos: documental y ficción generando una obra de arte.
La idea de la película surgió el día en que un amigo italiano pintor, me ofreció la posibilidad de visitar Casarsa della Delizia, el pueblo natal de la madre de Pasolini. Me dijo que podría llevar una cámara para tener algún recuerdo y yo le dije que si llevaba una cámara era para hacer una película, porque aunque parezca una contradicción, no me gusta mucho hacer fotos cuando visito lugares. Y así fue. en apenas un mes hilvané un cierto guión muy simple: Pasolini ha vuelto a la tierra para visitar sus lugares. A partir de ahí, pensé en que podría utilizar fragmentos de una obra suya de teatro llamada Orgía, y que sería interpretada por una actriz que haría diferentes personajes, incluido el padre de Paolini.
Mi amigo pintor, David Parenti, sería ese Pasolini resucitado o fantasma que se pasea por las ciudades y pueblos de su infancia, pero no hablaría: simplemente se limitaría a ser espectador tierno y casi indiferente de su propia vida. Lo más curioso de esta elección de mi amigo para interpretar a Pasolini, es que años atrás, cuando nos conocimos, le dije un día que tenía un extraordinario parecido con Pasolini, sobre todo en la frontalidad de su rostro y en sus mejillas. Cuando le puse delante la cámara y miré por el objetivo no tuve dudas de que el milagro se había producido: era el mismo Pasolini sin necesidad de disfrazarle, ni maquillarle.
Durante dos años consecutivos rodamos en Italia, en el mes de julio y recorrimos todas las ciudades que tuvieron importancia vital en su infancia y adolescencia. Porque la originalidad de la película está en que nunca se habla del Pasolini famoso, sino que justo finaliza en el momento en que Pasolini huye a Roma con su madre en un momento muy dramático de su vida. Se podría decir que la película se centra en la infancia y juventud de Pasolini y sus inicios como escritor y poeta.
Cuando me planteé la película tenía claro que debía dar un giro a todo el cine que se ha hecho sobre Pasolini, para ofrecer algo distinto al espectador. Me daba cuenta de que la mayoría de los documentales que se han hecho sobre su figura son mediocres y repetitivos, y la gran mayoría de ellos, se centran en su asesinato de un modo muy aprovechado, muy deshonesto, ya que camuflan un pretendido amor por el personaje en un verdadero instinto de rapiña. Yo estaba harto de todo eso, y porque amo mucho a Pasolini, sentí el deber de hacer algo de lo que me sintiera orgulloso. Mi admiración y
amor por Pasolini, nació en mi adolescencia y es un cordón umbilical que nunca se ha cortado. Siempre le llevo dentro y siempre ese amor me ilumina. A veces siento que de una forma u otra me protege, me sonríe, me habla con esa voz tan dulce y tímida que tenía. Estas sensaciones me han llegado a producir un delicioso estremecimiento. Algo que nunca he sentido por ningún otro director. Te pongo un ejemplo: Michelangelo Antonioni es mi director preferido, o al menos al que mas amo como cineasta de tantos que amo, pero jamás ha existido esa relación umbilical que me ata (deliciosa atadura de padre e hijo) a Pier Paolo Pasolini.
La gestación de la película fue muy larga, casi seis años desde que inicié rodaje, hasta que estuvo la copia lista para ser exhibida. Y hubo momentos en que creí que nunca conseguiría la película, porque al estar rodada con tan pocos medios, la idea estructural que tuve en un principio, no funcionó en absoluto a la hora de empezar a montar. Pero finalmente, hallé esa fórmula que necesitaba para encontrar esa película distinta que yo quería ofrecer. Y, curiosamente, la chispa fue la primera secuencia, que es absolutamente experimental e incluso abstracta. Pero eso es lo que le dio sentido, vida a la película; y de hecho, hasta la fecha, ningún espectador ha rechazado esa larga secuencia inicial de ocho minutos. Incluso el público italiano ha recibido maravillosamente la película, y eso es algo que me hizo muy feliz, porque siempre es un reto hablar de un personaje italiano tan emblemático como Pier Paolo Pasolini, siendo extranjero. Un director corre siempre el riesgo de que le digan que no ha entendido nada del carácter del personaje, en este caso de su “ser” italiano, y además de una zona de Italia como es el Friuli, tan distinta a la la Italia del sur, por ejemplo.
La película tuvo una gran acogida en Festivales de Cine de todo el mundo, y recibió bastantes premios. No digo esto por presunción, sino por el orgullo de que haya gente que no te conoce de nada y solamente con la visión de tu película, quiere proyectarla. Esto entronca con el sentido del artista del que hablaba antes. La satisfacción de crear está en ese reconocimiento de degustar tu obra por parte de los demás, sin saber nada de tu vida personal. Para mí lo importante de ser artista es que mi obra no deje indiferente. No me interesa ser famoso, y aunque pueda sonar inmodesto, te puedo asegurar que para mí la fama, es únicamente el poder seguir haciendo películas, porque tienen un público. La aceptación del espectador es un motor a muchas revoluciones que te impulsa a seguir luchando contra viento y marea contra todo y contra todos.
Porque la lucha del artista de cine es titánica, es descomunal en el mundo de hoy. En España por ejemplo, el cine de autor no existe, no se valora, no se sabe lo que es, molesta. Hablo de un verdadero cine de autor, algo que se separe del comercio y del estándar con que todo se hace en nuestro país. Yo fuera tengo un reconocimiento que aquí no encuentro, y eso me ha hecho reflexionar mucho sobre el estado de mi país. Y me ha pasado con todas mis películas, incluido mi último cortometraje El aliento de Celia, una historia protagonizada por dos mujeres que se aman y mantienen una relación sadomasoquista. Fuera ha tenido muchos premios y aquí en España no ha sido seleccionada en ningún Festival. Bueno, miento, tuvimos la satisfacción de acudir al Festival de Sitges, en una de sus Secciones Especiales, junto a otros cortometrajes. Te cuento que la película fue un encargo de un Festival
de Cine llamado: Premios Bonobo, que contó conmigo y otros autores para dirigir con entera libertad un cortometraje que tuviera que ver con el sexo y cuya única condición era que debía ser rodado con un teléfono móvil. Ha sido una gran experiencia y también la constatación de que hoy día, gracias a la tecnología, se pueden hacer cosas de calidad con apenas presupuesto, porque mi película está hecha casi sin dinero, y sin embargo ha sido seleccionada en Festivales Internacionales de: Canadá, Estados Unidos, Alemania, Italia, Chile, Paraguay, Colombia, México, Nepal, Bután, India, Serbia, Gran Bretaña, Australia, Venezuela, Rumania, Panamá, Finlandia, Nigeria, Suecia, Japón, Austria, Argentina.
- También has publicado libros de cine. Háblame un poco de esta faceta como escritor cinematográfico y si te planteas seguir publicando.
Sí, es cierto. He tenido la suerte de encontrar editores que han confiado en mí para publicar algunos libros arriesgados, aunque también he tenido que escribir varios libros del tipo: “las 100 mejores películas…” que son una fórmula comercial dentro de la literatura de cine que no me gustan mucho, porque son demasiado mecánicos. Pero estoy muy orgulloso de dos libros en especial: uno dedicado a Pier Paolo Pasolini: Pasolini, la brutalidad de la coherencia, y otro a Michelangelo Antonioni: Antonioini, Tecnicamente Dolce, donde, con entera y absoluta libertad, pude escribir todo lo que quise sobre ellos sin ningún tipo de imposición editorial. Son dos estudios completos de ambos directores en los que analizo una por una todas sus películas, incluidos los cortometrajes y los documentales que hicieron a lo largo de su carrera cinematográfica.
En cuanto a seguir publicando libros de cine, te diría que siempre que tuviese una propuesta interesante aceptaría, pero con unas ciertas condiciones económicas, porque escribir este tipo de libros es un trabajo agotador que no suele estar bien pagado. Pero desgraciadamente, en estos momentos, en España, solo se publican cosas banales o “ligeras” sobre el cine. Ahora sería casi imposible que un editor te confiase libros como los que te he descrito. Pero bueno, uno nunca pierde la esperanza.
- ¿Cuál es tu valoración del cine que se hace en la actualidad?
Creo que estamos ante un caso de absoluta globalización de las artes en general, ya que la industria del entretenimiento lo devora todo sin piedad. Pero no soy pesimista en este sentido, porque creo que aún quedamos artistas empeñados en seguir adelante con otro tipo de productos que intentan hacer partícipe al espectador y ofrecerle otras cosas más acordes con su capacidad e inteligencia. Porque antes, en la era antigua de Hollywood, a pesar de que se hacía un cine comercial, se contaba con los artistas para hacer las películas, y por eso esas películas perduran hoy día, pero ahora, Hollywood, que está en manos de empresas que pueden dedicarse a fabricar hamburguesas, o zapatos, o ropa, por ponerte algunos ejemplos, ha prescindido absolutamente del artista, del creador; los directivos de estas empresas no buscan artistas, porque ya se sabe que los
artistas son rebeldes, sino robots que ejecuten a la perfección sus reglas de mercado, porque conocen bien su perversa fórmula para hacer taquilla.
En este sentido, el cine no existe como tal, lo que hay es un espectáculo producido a través de una cámara (y cada vez menos, porque casi todo se hace ya por ordenadores), que no tiene otra función que proyectarse a la vez el día del estreno en millones de cines de todo el mundo, con lo cual, ese primer día ya está hecho el negocio, y a la semana siguiente se recambia por otra película-rosquilla, que estará igual de buena que la anterior. Sin sorpresas y sin molestar al espectador, quien debe permanecer tranquilo en su sopor consumista que le deja una buena conciencia de hombre moderno del siglo XXI. ¡Porque encima toda esa “mercancía” de imágenes repleta de efectos especiales brutales, se anuncia por parte de los medios de comunicación, como si fuera arte, y se habla de directores inexistentes, como si fueran grandes creadores, como si fueran realmente artistas que tienen algo que decir. Si no fuera tan triste me echaría a reír.
Pero insisto en que no soy pesimista, porque existen los guetos del Arte verdadero, como en realidad han existido siempre, lo que sucede es que antes se valoraba al artista, se le respetaba, incluso por parte de aquellos espectadores que no tenían interés en el arte; y ahora se le desprecia, o mejor dicho: se le ignora, porque esa es la gran censura de hoy día, nada se prohíbe sino que se ignora, ni siquiera te ataco, simplemente no existes y al no existir, no eres nada.
Como te decía antes, si yo no moviera mi cine fuera de España, yo no existiría en mi propio país. Es triste, pero a la vez te hace fuerte, te carga las pilas para luchar con todas tus fuerzas y sacar adelante tu Arte. cada vez que seleccionan fuera de España una de mis películas, mi sonrisa no solo es interior, sino de oreja a oreja. Una gran felicidad.
Lo que echo de menos hoy día, es una cierta unión de creadores, ahora los artistas van por libre, se desligan unos de otros y ahí se pierde mucha fuerza para imponer un cierto tipo de cine de autor. Esto lo digo como un reproche incluso para mí mismo, pero sería maravilloso que los autores de cine verdaderos, tomaran conciencia de su soledad y empezaran a buscarse unos a otros para compartir y apoyarse mutuamente.