Evidentemente la historia no se repite y todos los intentos de construir leyes universales de la historia son fútiles. No menos fútiles son las numerosas filosofías de la historia construidas por las huestes de las universidades europeas, particularmente de las alemanas.
Una variante más moderna de esta ensoñación, cultivada sobre todo en el mundo anglosajón, es la comparación de casos únicos —la llamada “comparative political science”— que pretende burlarse de lo radicalmente único de cada proceso, para encontrar causas comunes en procesos separados por el tiempo y/o el espacio. A primera vista este enfoque es ahistórico, y ciertamente lo es, pero explícita o implícitamente comparte la visión del fin de la historia y ha ganado en popularidad a partir de la hegemonía de esta visión, paralela con la expansión del imperio.
En esta fantasía, la democracia liberal estadounidense representa el fin de la historia y cualquier otro proceso, en cualquier otro lugar del planeta, es evaluado en función de si se aproxima o se separa a ese “ideal”. Visión frente a la cual cabe evocar el versículo… “Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio.” (Corintios 3:18).
En verdad nunca he encontrado aprendizajes relevantes en este modo de mirar el mundo y sí, con frecuencia, notoria falta de honestidad y/o honradez intelectual, refiérase al sexo o a la bolsa.
Uno de los indicadores más evidentes de esta ausencia, es un conocimiento deficiente del idioma donde se sitúan algunos de los casos que meten en su repertorio. Los ejemplos que podríamos citar son muchos. Uno de mis favoritos es The Moral Basis of a Backward Society (Banfield, 1958), libro sobre el que pivotó en parte, la teoría de la modernización, recurso ideológico de la guerra fría y que aún informa a las organizaciones internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Su autor, Edward C. Banfield, posteriormente vinculado a la llamada “comunidad de inteligencia” (CIA y otras agencias) construyó esta tesis con una estancia corta en el sur de Italia y una ausencia notoria de conocimiento de italiano (su mujer, de origen italiano, actuaba como traductora).
Otro, más reciente, es el de Olga Onuch, que, pese a sus conocimientos limitados de castellano, ha realizado un análisis comparativo del “movimientos de masas” en América Latina y la tierra de frontera (Ucrania) (Onuch, 2014). Quizás, inadvertidamente, la selección de ambos territorios, responde a que lo único que tienen en común, aparte de la presencia de humanos, es que están en las fronteras del imperio. No es por tanto sorprendente que firme, junto con un especialista en “democratización” de Eurasia, un libro laudatorio sobre Zelensky, repleto de, llamémosles así, inexactitudes (Onuch, y otros, 2023).
En tierras patrias tenemos otros brillantes especímenes, como esa catedrática que hizo una tesis doctoral sobre Isaac Berlin, sin poder acceder a ninguna de las dos fuentes de las que este se alimentaba —textos hebreos y rusos— dado que ella no dominaba ni domina ninguno de esos idiomas.
El problema político es que el grueso de los asesores que pululan en los think thanks con financiación en dólares americanos y euros, se han alimentado con esta seudociencia, de modo que sus “insights” están, casi siempre asentados en ausencia de conocimiento cierto de las sociedades sobre las que asesoran. Esto es bien diferente a la propuesta original de la antropología desarrollada en el imperio británico al servicio de la administración colonial. E incluso de las relaciones de indias cultivadas en el imperio español que, si bien estas estaban muy contaminadas por prejuicios religiosos, en muchos casos, pretendían un conocimiento cierto de los mundos que describían.
Nuestro enfoque en lo que sigue es radicalmente diferente.
Vamos a mostrar, en primer lugar, algunos ejemplos de continuidades que informan de la presencia de factores estructurales, de configuraciones que persisten en el tiempo y la geografía y proporcionan una visión totalmente diferente de la historia, de la historia con minúscula.
Y vamos a mostrar, en segundo lugar, otros ejemplos que pueden ser simples remedos o copias oportunistas.
Entre las primeras, hay tres que son mis favoritas, unas con evidencia histórica construida y otras por construir (son, por tanto, en este momento, “intuiciones” a la espera de pruebas): (i) la persistencia entre los pogromos medievales y el voto nazi en Alemania; (ii) la continuidad entre las huestes de los emigrados, blancos procedentes de la rusa zarista que acabaron configurando la ideología nazi y las posiciones más rusofóbicas y filo-neofascistas de las élites bálticas actuales; (iii) la continuidad entre los pogromos en territorios de frontera (Ucrania) en el período de ausencia de poder estatal, justo después de la revolución de octubre y el control efectivo del territorio por el poder soviético (entre 1918 y 1921), y las actuales bases de las huestes más filonazis del separatismo ucraniano.
La primera de las continuidades ha sido documentada por (Voigtländer, y otros, 2011). Cuando la peste negra asoló Europa, su causa era desconocida. Muchos contemporáneos culparon a mis amigos los gatos y, otros muchos, a los judíos. En Alemania, en unas ciudades tuvieron lugar asesinatos en masa de judíos. En otras, donde también había comunidades judías, tales masacres no tuvieron lugar. Resulta que esta diferencia se ha reproducido en las violencias contra los judíos en los años 1920, la destrucción sinagogas en la “noche de los cristales rotos”, la deportación de judíos después de 1933, la cantidad de cartas antijudías enviadas al editor del Der Stürmer por los habitantes de esas ciudades y el voto al partido nazi. Todas esas conductas han sido más frecuentes e intensas en las ciudades donde habían tenido lugar los pogromos para castigar a los judíos por la peste negra.
La segunda de las continuidades está por documentar en la parte actual, no así en la histórica. En efecto mientras podemos observar que toda una serie de emigrantes blancos, tanto de la minoría alemana, como de las diferentes etnias bálticas —letones, estonios, lituanos— germanizadas desde los tiempos del dominio de la orden teutónica, acabaron engrosando, en papeles relevantes la aristocracia nazi, muy pocos “émigrées” étnicamente rusos, mucho más numerosos, que recabaron en Paris, siguieron el mismo camino. Entre los primeros, (Ronald, 2023) cita a Alfred Rosenberg, ideólogo del partido nazi, Max Erwin von Scheubner-Ritcher, con influencia relevante en la orientación depredadora de la ostpolitik del régimen nazi a través de su organización “völkisch”, Aufbau Vereinigung, organización a la que también estaban vinculados Erich Ludendorff y Max Amann.
La tercera continuidad ha sido documentada recientemente únicamente en la primera parte, los pogromos.
En efecto los pogromos más masivos de la historia, perpetrados sin intervención estatal, tuvieron lugar en la tierra de frontera (Ucrania). Así lo cuenta Jeffrey Veidlinger (Veidlinger, 2021):
“The ensuing pogroms were public, participatory, and ritualized. They often took place in a carnivalesque atmosphere of drunken singing and dancing; crowds allowed for diffusion of responsibility, drawing in otherwise upright citizens and ordinary people who in different circumstances might not have joined the proceedings. It was often the participation of these close acquaintances, trusted clients, and family friends that most galled the victims, instilling in them a feeling of powerlessness and alienation, a trauma that outlasted their physical wounds”.
Pero resulta que los pogromos más masivos de la historia, con intervención estatal —previa a la puesta en marcha de la maquinaria de exterminio nazi— tuvieron lugar en la misma zona de frontera. Los agentes actuaban por cuenta de un estado autoproclamado, la República del Pueblo Ucraniano, y lo hacía para castigar a los judíos por su condición (imaginaria) de bolcheviques. Así lo cuenta Jeffrey Veidlinger:
“Only weeks after the declaration of the Ukrainian People’s Republic, militias acting as part of the republic’s army authorized attacks on Jewish civilians, branding them as Bolshevik agents. In the city of Zhytomyr, west of Kyiv, for instance, one of the first pogroms of the new era broke out when Ukrainian forces put down a Bolshevik uprising on Sunday, Jan. 5, 1919. With the uprising defeated, the victorious soldiers systematically pillaged the Jewish—owned stores in the central square and in an orderly fashion, street by street, broke shop windows with the butts of their rifles, smashed storefronts with their axes, and occasionally tossed grenades into stubborn doors they couldn’t otherwise pry open. Hungry soldiers filled their trucks and carts with pilfered goods and took them in convoys to their station. Crowds of urban civilians then joined in the looting followed by peasants from the surrounding villages, who came into town with carts to carry off loads of stolen goods, returning to their villages with cloth and quilts slung over their backs”.
A día de hoy, no está documentada su continuidad con el momento actual salvo en una parte, la que reclama la autoproclamada República del Pueblo Ucraniano como la quintaesencia de la libertad. Este reclamo vale, si se incluyen los pogromos como expresión última de esa quintaesencia de la libertad.
Entre las segundas, los remedos o copias oportunistas aparecen el slogan “Make America great again” usado por Trump, el mismo de origen alemán que ya fue usado por Hitler referido obviamente a Alemania. Según declaraciones de Ivanka Trump, Donald solía leer por las noches, supongo que en la cama, los discursos de Hitler.
También cabría evocar el asalto al capitolio, con un cierto paralelismo con el complot de corte fascista para expulsar de la presidencia a un “traidor a la clase”, como era nombrado el presidente Roosevelt por los congéneres de la clase de la que él procedía, y colocar en su lugar a un militar, Smedley Darlington Butler. El complot fue urdido por una parte muy cualificada de las élites norteamericanas que nadaban en riqueza y extraían cuantiosos beneficios de sus relaciones con la Alemania Nazi (Hart, 2018). Naturalmente se oponían a la entrada de USA en la guerra contra los nazis y, por supuesto, a los impuestos (que llegaron al 90% de los ingresos) necesarios para financiar esa guerra.
La historia con minúsculas contiene enseñanzas bien diferentes según quien la escriba, de modo que corresponde a cada cual interpretar el mandato bíblico… “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” (Santiago 1:22).
Referencias
Banfield, Edward C. 1967. The Moral Basis of a Backward Society. s.l. : FREE PR
Hart, Bradley W. 2018. Hitler’s American friends. Thomas Dunne Books.
Onuch, O. 2014. Mapping Mass Mobilization Understanding Revolutionary Moments in Argentina and Ukraine Palgrave Macmillan.
Onuch, Olga y Hale, Henry E. 2023. Zelensky Effect. s.l. : Oxford University Press.
Ronald, Susan. 2023. Hitler’s Aristocrats. s.l. : St. Martin’s Press, 2023.
Veidlinger, Jeffrey. 2021. In the Midst of Civilized Europe : The Pogroms of 1918–1921 and the Onset of the Holocaust. s.l. : Metropolitan Books.
Voigtländer, Nico y Voth, Hans-Joachim. 2011. Persecution Perpetuated: The Medieval Origins of Anti-Semitic Violence in Nazi Germany. C.E.P.R. Discussion Papers. 2011. CEPR Discussion Papers.