Recensión:
Gleen Diesen (2024). The Ukraine War & the Eurasian World Order. Clarity Press Inc.
Cuando la Federación Rusa decidió lanzar la Operación Militar Especial sobre los territorios occidentales de lo que se ha venido conociendo como Ucrania, algunos miles de rusos -la cifra exacta nunca ha sido facilitada- decidieron abandonar el país. Las razones de esa huida fueron diferentes para distintos grupos. Unos, probablemente la mayoría, huían despavoridos por el miedo a ser reclutados, miedo que hasta el momento ha resultado infundado, toda vez que, a diferencia de Afganistán, los reclutas ordinarios no han sido enviados a la zona de guerra. Los únicos reclutas ordinarios que se vieron envueltos fueron los que prestaban servicios de guarda fronteras como consecuencia de la incursión de la Otan en Kursk. Otros cuantos, salieron para mantener sus empleos en las multinacionales del imperio atlántico, que, como consecuencia de las sanciones impuestas por ese mismo imperio, y posteriormente por la propia Federación Rusa, cesaron o restringieron sus operaciones en territorio ruso; este es el caso de muchos empleados en los servicios financieros, que emprendieron el camino hacia el Golfo Pérsico, o de los servicios Gafam, que emprendieron el camino del Cáucaso Sur[1]. Un tercer grupo salieron para intentar proteger los activos que durante años de expolio habían transferido a Occidente, con el objeto de evitar que les fueran expropiados o congelados si mantenían cualquier apariencia de relación o connivencia con el Estado Ruso. Un cuarto grupo está compuesto por quienes durante años habían trabajado por cuenta de los servicios de espionaje imperiales, bajo la forma de ONGs y medios de comunicación varios[2], dedicados a “democratizar Rusia” y que anticiparon que su dependencia de la financiación del imperio atlántico estaba próxima a terminar y que además les hacía objetivo inevitable de neutralización por parte de las agencias de seguridad de la Federación Rusa, como así ha sucedido, con o sin la declaración de “agente extranjero” y/o traidores. Estos se localizaron preferentemente en los mini estados bálticos, que en realidad son dependencias administrativas imperiales (realización parcial del sueño delirante de los 1.000 estados bajo dependencia imperial). Y un quinto grupo, más bien pequeño, salieron por una genuina oposición a la guerra y/o un deficiente entendimiento de que la guerra, que, si bien fue declarada formalmente desde Moscú, fue provocada desde Washington y Bruselas. En este quinto grupo se encuentra, por ejemplo, una popular presentadora de un popular canal en internet que opera con notorio éxito en todas las zonas de habla hispana.
El libro que presentamos hoy (Diesen, 2024), concierne, sobre todo al quinto grupo, toda vez que deberá subsanar su evidente ignorancia de lo que ha sucedido y llevarlos a considerar al menos, que podríamos encontrarnos ante una guerra justa. Y concierne al cuarto grupo porque, como a sus amos del imperio occidental, les pone en evidencia. Pone en evidencia las mentiras que se cuentan a si mismos y han intentado contar durante años al pueblo ruso.
Glenn Diesen es un académico noruego en plena efervescencia creativa, de alguna de cuyas producciones, nos hemos ocupado en otro lugar, especialista en relaciones internacionales, que con frecuencia es descalificado como “operativo del Kremlin” por los operativos, estos si, de la OTAN y el imperio atlántico[3]. Una de las pocas voces europeas con la lucidez suficiente e independencia de criterio, como para no someterse a la propaganda imperial y, con una visión de largo plazo, sobre los inevitables cambios geopolíticos en los que estamos inmersos, particularmente en la evolución hacia un mundo multipolar con el centro de gravedad más relevantes en Eurasia.
El libro que nos ocupa es un brillante análisis histórico de como el principio de indivisibilidad de la seguridad europea, que con tantas dificultades y bajo iniciativa soviética, fue construido durante la guerra fría, fue substituido, ante la evidente estupidez de Gorbachov, por un principio de “seguridad imperial”: la seguridad es lo que dice el imperio atlántico que es. Los protagonistas y los documentos que prueban estos hechos, así como las advertencias de la dirigencia rusa postsoviética y de las pocas mentes imperiales que se oponían a un camino que previsiblemente habría de conducir a una guerra nuclear, están pedagógicamente expuestos en el texto. Es muy esclarecedor como las mentes más brillantes “adivinaron” el inevitable camino al precipicio que se estaba fraguando, incluida la guerra civil en Ucrania y la posterior intervención rusa. Intervención a la cual la dirigencia rusa se resistió durante años. Visto con “hindsight bias”, demasiados años.
En 9 capítulos, más la introducción y conclusiones, nos conduce a reflexionar sobre que se puede entender términos teóricos por “world order” (Capítulo 2), como el “Western centric world order” ha emergido (Capítulo 3), como el lugar de ese ha sido ocupado por la “Pax Americana” bajo la forma de “hegemonía liberal” (Capítulo 4), como el liberalismo, en tanto que principio informador del “world order” ha venido declinando (Capítulo 5), como la expansión de la OTAN ha quebrado el principio de seguridad indivisible (desde Lisboa a Vladivostok) (Capítulo 6), como Ucrania ha devenido central en el tablero entre 1991 y 2014 (Capítulo 7), como se desencadenó la guerra civil consecuente al golpe de estado de febrero de 2014 (Capítulo 8), como se fraguó la “invasión” de Ucrania ocho años más tarde, en febrero de 2022 y se desencadenó la guerra proxy subsiguiente (Capítulo 9), como esta guerra proxy ha acelerado la creación de un “Eurasian world order”, que venía fraguándose a lo largo de muchos años (Capítulo 10). Y se concluye que hemos entrado en un período de desorden, donde la hegemonía “liberal” se ve socavada irremediablemente por la multipolaridad, donde los estados con la suficiente flexibilidad para adaptarse a la nueva realidad florecerán y los que no lo hagan sucumbirán en guerras que, previsiblemente, no pueden ganar.
La capacidad del texto para conducir a los sátrapas europeos a reconsiderar sus errores es más incierta. La conclusión a la que nos conduce es dramática: la ruptura con el principio de la indivisibilidad de la seguridad conducirá inexorablemente a la inestabilidad y decadencia de Europa Occidental. Como ha dicho Todd en alguna ocasión, “lo mejor para Europa Occidental” es la derrota sin paliativos en Ucrania, toda vez que ella la liberará de otros 100 años de dominio USA. Y de todo ello, ella se deriva la inevitable y urgente exigencia de responsabilidad a todos estos sátrapas europeos, sometidas al imperio, a las cuales, sin paliativos cabe nombrar como traidores. 
El estudio de Diesen puede ser completado con el detallado relato de Horton (Horton, 2023), que reconstruye, a partir de una diversidad de fuentes, el proceso de toma de decisiones en Washington, que ha conducido a la guerra de Ucrania (y todas las políticas antirusas que le han precedido desde el fin de la guerra fría). Nos invita, para ello, a un viaje rico en detalles por las presidencias del primer Bush hasta el primer Trump. Horton es un personaje controvertido por sus opiniones libertarias, pero eso no resta un ápice de objetividad a los relatos que nos propone, meticulosamente documentados.
Es sabido que el proceso de toma de decisiones imperiales en política exterior es cualquier cosa menos democrático y cualquier cosa menos transparente, y las descripciones que del mismo se han formulado (Rothkopf, 2009), seguramente ponen lo que no está y no dan cuenta de cuan caótico y, sobre todo, disfuncional es. Tal vez sea mejor así, porque en otro caso, la “rabbia del popolo” le obligaría a prender fuego a Washington D.C., lo cual, por lo demás no es descartable, dado el potencial exorcizador del fuego.
La próxima vez que usted oiga “la invasión no provocada de Ucrania” recuerde: (i) Que esa afirmación no es resultado de la libre creatividad periodística, es resultado del trabajo de think thanks que operan al servicio de la OTAN, un enmarcado que conduce a descargar la responsabilidad de lo hecho por el imperio desde el año 1989, el año del fin oficial de la guerra fría, sobre sus supuestos enemigos. Siéntase por tanto libre de corregir: “la invasión de Ucrania, provocada por la OTAN”. (ii) La próxima vez que le digan que hay que armarse para combatir un supuesto enemigo, incluso debe usted reducirse la pensión, el salario o renunciar a la educación o la sanidad pública, recuerde que la mejor manera de encontrar un enemigo es creando uno y a eso se dedica la OTAN desde su misma fundación. Reclame lo que es suyo sin límite ni complejo alguno, porque lo que usted pierda otros, muy pocos, lo van a ganar a su costa. (iii) Por tanto, sus principales enemigos, los enemigos de las gentes del común, están entre nosotros, no allende las fronteras. Tan es así que incapaces de contrarrestar con argumentos, han procedido directamente a censurar medios. Censurar medios no es algo que hacen otros, es algo que hace la UE y porque le consideran a usted un menor de edad, carne de cañón manipulable y por eso usted no puede tener acceso a medios como RT y Sputnik, porque usted es un imbécil incapaz de separar el grano de la paja. En los dos libros que acabamos de presentar hay munición de sobra para defender todos y cada uno de esos puntos ante el seudo filósofo imperial más avezado.
Bajo la fórmula modernizada de guerra cognitiva, se sigue haciendo exactamente lo mismo que se hacia durante la Guerra Fría[4]. Conviene no confundirse: el objetivo a batir, ahora como entonces, no es ni solo ni exclusivamente, ni siquiera preferentemente, el “enemigo exterior” incluso aunque este sea más fabricado que real, es el enemigo interno. Recordemos, por ejemplo, la llamada “Integrity Initiative”[5], lanzada en el 2015 por el Institute of Statecraft, una de las marcas blancas del MI5/MI6, un programa financiado por UK, USA y la OTAN, supuestamente orientado a combatir la desinformación rusa[6], pero que, en colaboración con otros (sionistas) acabaron por combatir (y derrotar), entre otros a Jeremy Corbyn[7] o a un, insuficientemente rusófobo, coronel español[8]. Bajo ese nombre tan orwelliano (¡quien puede estar contra la “integrity”!), es decir, con el dinero asignado, se creó una red de académicos y periodistas en varios países europeos (solo en UK se llegaron a identificar 108) dedicados a la noble tarea de la difamación, de organizar “smear campaigns” contra enemigos interiores. Dado que de la real actividad de programas como ese, solo tuvimos noticia gracias a un hackeo de Anonimus, apuesto a que ahora, en este momento, hay operando en toda Europa programa(s) similares[9], en los cuales académicos y periodistas “reputados”, es una manera de hablar, no solo los sospechosos habituales, están siendo convenientemente cebados. Los dos libros que acabamos de presentar con valiosas, eficaces y certeras armas, para librar esta guerra eterna, con los enemigos de la vida, la razón y la verdad. La deconstrucción epistemológica del imperio atlántico debe ser llevado a sus últimas consecuencias. Trump y sus muchachos parecen un “asset” valioso para este objetivo.
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Notas
[1] Entre quienes recalaron en este espacio había también gentes del submundo cultural, i.e. música, muy politizados. En la medida en que entorno geopolítico ha ido girando, particularmente después de que el Sueño Georgiano se ha distanciado de las delirantes propuestas de abrir un segundo frente en el Cáucaso Sur contra Rusia, la acogida de estos disidentes se ha enfriado o se ha vuelto directamente hostil, particularmente en Georgia. Este es, por ejemplo, el caso del musico Arseny Morozov, que ha recalado, pese a o no ser formalmente perseguido por ninguna autoridad rusa, con el estatuto de refugiado político en Paris.
[2] Este es el caso por ejemplo de los promotores de Meduza, que ha venido recibiendo financiación directa del gobierno USA (i.e., $250,000+ de USAID & NED en 2023) así como fondos canalizados a través de otras ONGs patrocinados por UK y otros estados de la UE. El medio que se define a sí mismo como independiente (como si no) pero ha participado y amplificado operaciones falsas de descrédito del ejercito ruso (i.e. Bucha Massacre Hoax, The Snake Island Hoax) entre otras muchas sintonías con propaganda de guerra de la OTAN.
[3] Habilidosos en las técnicas en las que se les entrena, i.e. “stovepiping”, “modified limited hangout”, “gray propaganda”, “gatekeeping”, “astroturfing”, “advocacy journalism” y otras decenas de técnicas con las cuales influyen en los medios de “comunicación” imperial, incluso inadvertidamente para estos (aunque, todo hay que decirlo, su umbral de resistencia a la cooperación es próxima a cero).
[4] i.e. Operation Mockingbird, orquestada por Dules.
[5] Algunos dicen que continuación de la citada operación Mockingbird. Otros afirman que es uno de los varios trozos en los que se dividió esta operación, que habría crecido en tamaño hasta quizás los 60.000 efectivos. No hay datos en los que nos podamos basar, para concluir.
[6] https://www.wsws.org/en/articles/2019/02/04/inte-f04.html (Acceso: 2025/02/03)
[7] https://www.wsws.org/en/articles/2018/12/11/corb-d11.html (Acceso: 2025/02/03)
[8] https://www.wsws.org/en/articles/2018/12/06/spai-d06.html (Acceso: 2025/02/03)
[9] Por ejemplo, filtraciones resultado del “espectáculo sacrificial” entorno a la agencia USAID, muestran que esta agencia, bajo la firme mano de una “luchadora (a bombazos, si es posible) por los derechos humanos”, es decir de las llamadas “intervenciones militares humanitarias” (las balas son tan humanitarias que envían a los enemigos al oriente eterno para el eterno descanso; no se puede pedir más) una idealista (así se define ella en unas prematuras memorias) llamada Samantha Power, ha estado financiando programas “oficiales” del Ministerio de Transformación Digital del gobierno ucraniano, dedicados a practicar “doxxing” (droping dox -documents-), incluso contra ciudadanos con pasaporte USA.
https://www.cuny.edu/about/administration/offices/transformation/diversity-equity-and-inclusion-hub/doxing/ (Acceso : 2024/02/05).
https://oercs.berkeley.edu/privacy/privacy-resources/protect-yourself-doxxing (Acceso: 2024/02/05).
Estas mimas filtraciones, ponen de manifiesto como las fundaciones patrocinadas por Soros disfrutaban generosamente de los US$ del tesoro para patrocinar revoluciones de colores y toda clase de operaciones de desestabilización, mostrando como aquél hábil financiero, hizo incluso de estas operaciones un lucrativo negocio (no un coste, una generosa contribución a nuestro bienestar democrático, como sus epígonos han pretendido, durante muchos años, hacernos creer). Y también ponen de manifiesto que medios de comunicación que pretenden hacerse pasar por “independientes” (independencia = credibilidad) como Politico, han venido recibiendo fondos de esa agencia. La realidad es crecientemente confusa (confusa siempre ha sido) de modo que la formula FM (follow the money) + five W’s (who, what, when, where, and why) + H (how) es el único manual que puede ayudarnos a discernir. Otros, i.e. (Malone, Malone, & Flynn, 2024) solo sirven en parte, y no siempre es fácil discernir en que parte.
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Referencias
Diesen, G. (2024). The Ukraine war & the Eurasian world order. Atlanta, GA: Clarity Press, Inc.
Horton, S. (2023). Provoked America’s Role in the Russia-Ukraine War. The Libertarian Institute.
Malone, R. W., Malone, J. G., & Flynn, M. (2024). PsyWar. Enforcing the new world order. Skyhorse Publishing Company, Incorporated.
Rothkopf, D. (2009). Running the World The Inside Story of the National Security Council and the Architects of American Power. PublicAffairs.

[…] En otro lugar hemos traído a la atención de nuestros lectores algunas excelentes referencias que cuestionan, con abundancia de datos, el relato unidimensional del imperio atlántico: la guerra se debe al supuesto imperialismo ruso. Ahora, que el centro del imperio está tratando de buscar una salida a una guerra perdida, atribuyéndosela a la administración Biden, antes de que devenga también la guerra perdida de la administración Trump, y mientras la primera periferia, la UE, bracea en demanda de más sangre hasta que vuelva una administración imperial globalista (forzando la prolongación de la guerra durante otros cuatro años), el historiador británico Jonathan Haslam, un viejo conocido, con una historia interesante (no necesariamente completa, ni precisa ni ecuánime) sobre los servicios secretos soviéticos (Haslam, 2015), nos propone una lectura desde el mismo momento del final de la guerra fría, para mostrar, desde su perspectiva, que la guerra de Ucrania es una guerra provocada … por el imperio atlántico. Como lo fue la otra guerra en territorio europeo, la de Yugoeslavia, donde, además Alemania e incluso el Vaticano -que, pese a no mandar directamente ninguna división, apalancaba sobre las divisiones croatas- tuvieron una participación no suficientemente conocida. […]