Unidos en la diversidad. Fortalecidos por la fraternidad

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El doctor Brenno Ambrosini, pianista de proyección internacional y maestro masón de la Gran Logia Simbólica Española, expone en estas páginas algunas de sus más íntimas reflexiones sobre ética y humanismo en la francmasonería. Un texto personal, pero apoyado en la rigurosidad que le caracteriza, donde el lector encontrará un retrato de la  masonería liberal europea, sus preocupaciones, dramas y retos, en cabeza de uno de sus miembros más destacados. El autor se muestra, todo desnudes e intensidad humana, a la manera propia de la vieja literatura, a través de un debate directo y sin falsos pudores acerca de las cuestiones, luces y oscuridades del corazón humano, que han provocado la simbolización de sus amores, esperanzas y pasiones entre las columnas de la Logia. Además, extendiendo al lector todo un caso de estudio, extraído de su disertación doctoral: Franz Liszt como pretexto para profundizar en la ética y el humanismo al interior de la dimensión masónica.

Este es un texto personal

Llevo años acudiendo regularmente a las tenidas, intento aportar y ser constante en mi pequeña contribución a la construcción de mi Obediencia, la Gran Logia Simbólica Española. Algo que se ha hecho frecuente, durante los últimos tiempos, sobre todo durante los cursos en que he hecho parte del Gran Consejo Simbólico. Me entrego con placer de imaginar distintas formas de entender y edificar a nuestra organización. Formas para seguir adelante, cumplir con el deber masónico ante la sociedad y responder a los desafíos del momento.

Pues bien, me gustaría detenerme en algunas de esas ideas. La primera y más importante: la Gran Logia Simbólica Española es una idea, un proyecto, mucho más grande que los encargados en cada momento de conducir sus destinos. En este sentido, la GLSE goza de una identidad propia que debemos construir a través de la fraternidad y la profundización en la cultura iniciática. Es fundamental fortalecer y desarrollar la identidad propia de nuestra Obediencia, porque esto permitirá que cada hermano y hermana sienta en su piel el orgullo de pertenecer a la más importante organización masónica liberal, mixta y adogmática del Estado español. Debemos comprender que somos un referente de la masonería liberal de toda habla hispana y la cuenca mediterránea. Y, precisamente, uno de los rasgos que definen la identidad GLSE es la profunda diversidad, nuestras diferencias nos mantienen unidos y unidas y se expresan en la intocable soberanía de las logias.

Estoy convencido de que la francmasonería tiene una responsabilidad con aquellas sociedades que la acogen. ¿Qué sentido tendría reivindicar que somos una escuela de ciudadanía si no debatimos el tipo de comportamiento que debemos tener en el espacio público o en nuestra conducta hacia las leyes o las conquistas democráticas? Naturalmente, nuestros posibles aportes llegan desde las formulaciones de la cultura iniciática, donde nuestra identidad pasa por el extremo cuidado en el estudio y ejecución de los ritos que practicamos. Buscamos sabiduría, fuerza y belleza, la fuerza de una tradición y unos principios, así como el compromiso con los derechos, la educación, la libertad de pensamiento y la laicidad del Estado. Así es, la francmasonería es una escuela de formación de ciudadanos que no olvida su triple naturaleza: orden iniciática, sociedad de pensamiento y actriz en el ámbito social. Gimnasio para fortalecer la reflexión dialógica, lo que influye en nuestro modus operandi en la sociedad. La masonería por delante de los tiempos, con impulsos y propuestas, energía de empuje para el bien de la humanidad. El trabajo ad intra necesario para dar abono a su difusión ad extra.

Entre tanto, mi idea de la francmasonería tiene un punto totalmente central: el gran proyecto de la fraternidad. Somos sólo piedras y sólo juntos haremos la obra de un mundo mejor, cuanto más buena sea la masilla que las une, más hermosa será dicha obra. Nuestra “masilla” es la fraternidad. De lo que hablo es de una mirada dentro de nosotros y nosotras para seguir adelante con más energía hacia nuestras raíces masónicas para poder dar un mayor salto hacia adelante. Los valores masónicos, que son universales, son los que iluminan este camino. Sin fraternidad no hay espacio para la libertad o la igualdad, aún menos para la tolerancia. Fraternidad es infinitamente más que tolerancia. Si soy fraterno, SOY tu hermano, no sólo te tolero.

Dicho lo anterior, puntualicemos que existe una Gran Logia Simbólica Española hacia adentro y una hacia fuera. En el interior debemos estimular por todos los medios la investigación sobre las cuestiones simbólicas, en lo que sería de gran ayuda contar con un medio de difusión interno o una revista de publicación estable. Necesitamos más herramientas intramuros.

Pero, por otra parte, existen temas de investigación y estudio que tienen que ver directamente con nuestra condición como masones: educación, medioambiente, laicidad, lucha contra cualquier discriminación, interés y propuestas para la juventud (su futuro profano y la masonería de los jóvenes), etc. Al hilo de lo anterior, apoyados en la habilidad favorecida por la práctica del estudio simbólico de nuestras herramientas, necesitamos debates internos y externos y la participación en cuestiones actuales que resultan fundamentales en la vida del ciudadano. Podríamos recoger el estímulo de las asociaciones masónicas internacionales a las que pertenecemos y que proponen temas anuales de carácter social e implicación masónica.

Estos esfuerzos alimentarán una necesidad: difundir nuestra voz, es decir, la comunicación con el mundo a nuestro alrededor, por ejemplo, abriendo un canal de activa implicación con la sociedad civil. Entre otras muchas cosas, lo anterior nos permitiría renovar y fomentar el interés para la cultura y el arte en general, contra el actual adormecimiento intelectual y la dispersión mediática. A la vez, tal vez nos conduzca hasta más contactos y colaboraciones con el mundo académico, promoción de convenios y acciones formativas. De hecho, este es un esfuerzo que un equipo de hermanos adelantamos desde hace algunos años: espacios formativos bajo el amparo académico de distintas instituciones, entre ellas la Fundación UNED, que buscan crecer en rigor científico, publicaciones y producción de ideas.

Precisamente y en sentido de lo anterior, este texto viene a ser una pequeña contribución a distintos debates, donde me tomo la libertad de exponer algunas de las tesis y preocupaciones que tengo en el centro de mi andadura masónica. Aunque breve, en este libro se abordan varios temas sobre los que tenemos debates frecuentes, algunos de ellos han protagonizado conflictos y momentos álgidos dentro de nuestra organización. Escribir y publicar un libro es una forma personal de contribuir a la construcción social. Pertenezco a la tradición del pensamiento crítico, donde podría considerarse que todos los objetos sociales son en dependencia del lugar que ocupan en el sistema y en todos los anudamientos que conforman nuestra realidad sociocultural y política. También desde una dimensión crítica, me uno a las consideraciones que entienden que la construcción de sujeto se hace a través de la edificación social y no al contrario.

Pues bien, un libro es una especie de desnudamiento. Una vez sale de tu cabeza y pasa por la imprenta para convertirse en una objetivación en manos de alguien, pasa a ser un objeto social inmerso en los anudamientos que conforman nuestra materialidad. Un libro no es más que un ladrillo en un enorme sistema de muros y columnas, y somos sujeto en dependencia de la relación que tenemos con tal sistema. Con lo cual, aquí les dejo esta contribución, para que hablemos, debatamos y construyamos juntos y juntas.

En el segundo capítulo, el lector encontrará la introducción a una serie de interrogantes acerca del papel de la francmasonería en la sociedad. Si existe, ¿cuál es este rol y en qué escenarios se desenvuelve?

En el siguiente capítulo, asistiremos a algunas de las lógicas dialécticas que tienen lugar en la praxis masónica, por ejemplo, cuáles son las fórmulas narrativas donde transcurre nuestro camino iniciático. ¿Qué es la Orden? ¿Qué es la Obediencia? Preguntas que, todavía hoy, regresan a los debates masónicos cuando intentamos averiguar cuál es nuestro lugar en la historia del mundo.

Y son, precisamente, esos interrogantes los que arrojaron a este aprendiz, de nuevo, al que posiblemente es el centro alrededor del cual giran los relatos y los procesos dialécticos que caracterizan el tránsito por los grados, me estoy refiriendo al problema del reconocimiento, con todas sus implicaciones psicológicas, sociales y políticas. Intento incursionar en estos terrenos a través, como no puede ser de otra forma, de mi propia crónica, retrocediendo al momento en que elegí mi nombre simbólico y viví toda aquella narrativa sobre el reconocimiento y la legitimación de mi propia imagen.

La francmasonería no escapa a los fenómenos que marcan el desarrollo de cualquier colectividad humana, así que el problema del reconocimiento nos conduce al problema de la ley y los principios fundacionales. De esta forma, el siguiente apartado retoma uno de los debates más vivos y apasionantes que algunos hemos vivido: el estatus y la función que viene a cumplir el libro de la ley en el Rito Escocés.

Pero si en el capítulo anterior hablamos de la ley y la praxis masónica en el Rito Escocés, parece inevitable, demasiado tentador para un hermano aprendiz que vive el rito con pasión, dejar de referirse a la espada: poder, ideología e imaginación.

El capítulo quinto cierra esta breve exposición. En la que rescato parte de mi producción académica a modo de estudio de caso (tal y como hacemos en las acciones formativas sobre fundamentación en masonería que hemos puesto en marcha durante los últimos años), aplicado al tema central de este libro, a saber, ética y humanismo en la dimensión masónica. El estudio de caso que propongo en el capítulo seis, como ejemplo prodigioso de la huella que el camino masónico deja en los individuos, es Franz Liszt. En el extraordinario artista y hermano masón del siglo XIX podemos encontrar, precisamente, algunos de los rasgos y grandes controversias que me tomo la libertad de nombrar en los primeros capítulos de este libro. Naturalmente, lo único que puedo esperar es que esta plancha contribuya a la edificación, como hemos formulado, del gran proyecto de la francmasonería: la fraternidad.

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Un comentario adicional sobre este texto, escrito por Ionela Cuciureanu en https://hermanasp.es/noticias

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