Recensión:
Martyanov, Andrei (2024). America’s Final War. Clarity Press Inc.
Martyanov, Andrei (2021). Disintegration. Indicators of the Coming American Collapse. Clarity Press Inc.
Martyanov, Andrei (2019). The (real) revolution in Military Affairs. Clarity Press Inc.
Martyanov, Andrei (2018). Loosing military supremacy. Clarity Press Inc.
Las guerras no se ganan con el PIB (GDP), se mida este como se mida – se requiere algo más. La academia liberalilota, en la cual se forman todas esas “élites” que copan los centros de decisión imperiales y de la primera periferia, han llegado a la edad adulta, en esa creencia. Viven en un mundo completamente delirante (delusional). La razón es muy simple: sirven a unos amos que soportan financieramente, desde hace decenios, esas narrativas. Promueven guerras -y llevan promovidas muchas en los últimos 80 años- pero no han ganado ninguna, lo que ha llevado a algunos (Keen, 2012) a concluir que el objetivo no es ganar las guerras, sino simplemente librarlas. Otros, en cambio, con una perspectiva “práctica”, se han lanzado a producir explicaciones de poque esas guerras no se han ganado. Y como consecuencia, se ha generado una nutrida literatura para dar cuenta de porque USA no ha ganado ninguna de las guerras que libró después de la segunda guerra mundial empezando por la guerra de Korea (i.e. (Tierney, 2015), (Ullman, 2017), (Stoker, 2019). Esa literatura parte de un error: asume que USA ganó la segunda guerra mundial porque se implicó plenamente en ella, de modo que todas las demás las ha perdido por falta de implicación[1].
Lo cierto es que USA no ganó la segunda guerra mundial, toda vez que el Ejército Rojo destruyo no menos del 80% del poder militar del Eje, particularmente de su principal actor, la Wehrmacht.
Que las guerras libradas por el imperio atlántico carecen de criterios claros de victoria y no son, por tanto, la continuación de la política por otros medios como decía el prusiano Carl von Clausewitz, son la continuación del negocio por los mismos medios que cualquier otro negocio, muestra un punto de verdad, que se aprecia sí prestamos atención al comportamiento de las cotizaciones de las empresas del complejo militar industrial en los mercados de valores. Por ejemplo, el simple anuncio, en febrero de 2025, de que se inician conversaciones entre USA y Rusia, provoca una caída brusca de la cotización de las acciones de alguna de esas compañías.
Y es precisamente esa perversión de los objetivos de la guerra -el “verdadero maquiavelismo” no está en la manipulación de los medios, sino de los fines- la que da cuenta de la incapacidad de las “elites” liberalilotas para conceptualizar correctamente el sufrimiento humano y los costes asociados a las guerras -pese a toda su verborrea sobre los “derechos humanos” (Hoffmann2011)- y alimenta su ardor guerrero. La “reinvención” de la OTAN y su búsqueda insaciable de enemigos, es la expresión de como la primera periferia, la UE, ha sido arrastrada a esa lógica por todos estos liberalilotas “formados” en los departamentos de relaciones internacionales y “Think Thanks” euroatlánticos. Solo cuando estos “operativos” sean barridos por las tormentas que desatan, volverá a brillar la luz. Nunca sobra recordar a estos voceros de los derechos humanos, de la humanidad, que “«La humanidad» resulta ser un instrumento de lo más útil para las expansiones imperialistas, y en su forma ético-humanitaria constituye un vehículo específico del imperialismo económico. Aquí se podría, con una modificación muy plausible, aplicar una fórmula acuñada por Proudhon: el que dice humanidad está intentando engañar. Aducir el nombre de la «humanidad», apelar a la humanidad, confiscar ese término, habida cuenta de que tan excelso nombre no puede ser pronunciado sin determinadas consecuencias, sólo puede poner de manifiesto la aterradora pretensión de negar al enemigo la calidad de hombres, declararlo hors-la-loi y hors l’humanité, y llevar así la guerra a la más extremada inhumanidad[2]”. Y termina este autor que estamos citando, Schmitt, que fue un nazi confeso, a propósito de como Pufendorff aprobó el reclamo de Bacon de que “determinados pueblos «están proscritos por la propia naturaleza», por ejemplo, los indios de América, porque comen carne humana. Y en efecto, los indios norteamericanos fueron aniquilados”, proponiendo una premonitoria intuición para la sociedad financializada: “A medida que progresa la civilización y se incrementa la moralidad[3], llegan a ser suficientes cosas bastantes más inofensivas que el canibalismo para merecer una proscripción de esa clase; en algún momento puede que baste el que un pueblo no esté en condiciones de pagar sus deudas” (Schmitt, 1998, págs. 83-84). El cómico vasallo, Zelensky, de momento residente en Kiev (si bien ya le están invitando que se vaya, i.e. a Paris con los micrones, quizás a Jerusalén con los sionistas) parece que en este 2025 ha descubierto esta verdad[4]: “quiero que me pagues con bienes raíces lo que he invertido en ti” le dice Trump, especialista justamente en esa clase de bienes, aunque no está especialmente interesado en el vuelo, en las plantas que crecen (de ahí lo de bienes raíces del código civil) ni tampoco en construir Torres Trump, sino en el suelo, los minerales varios que en él se ocultan y Musk necesita, antes de que todos sus negocios construidos con subvenciones -satélites, coches eléctricos, cohetes, sean desplazados por una muy superior tecnología procedente de China y Rusia-.
Es precisamente por eso, para poder contribuir a la destrucción absoluta de esas “seudo élites” que nos han traído hasta aquí, que la lectura de los libros de Andrei Martyanov resulta tan refrescante. Y resulta especialmente gratificante para quienes crecimos tratando a apreciar el real valor de las cosas reales, ajenos a su precio en moneda, desde el mantón negro de la madre, hecho en pura lana de oveja nativa, refugio infalible en los largos y fríos paseos en los domingos del Bierzo, hasta la bota de cuero impermeabilizado, o los alimentos para el espíritu, como el viejo libro con el poema de Gilgamés, una rareza en un mundo más bien tenebroso. La historia personal de Martyanov es paralela a la de otros muchos rusos formados por el excelente sistema educativo soviético, que salieron despedidos después de la implosión de la CCCP, y recalaron, de buena o mala gana, en diferentes lugares del imperio atlántico. Muchos de ellos y de ellas, que nada tienen que ver con la cacareada “disidencia anticomunista”, han vivido vidas más o menos integradas en diferentes territorios de ese imperio. Y los más lúcidos y lúcidas de entre ellos, la última generación soviética (Yurchak, 2006), precisamente por la experiencia de disolución de un sistema, el soviético, que parecía sólido (Zubok, 2022), están especialmente cualificados para entender el fin del imperio atlántico, que también parecía más sólido de lo que realmente es. Y no es, en absoluto, la nostalgia lo que los inspira, aunque esta sea mucho más prevalente de lo que los liberalilotas creían poder predecir, con sus modelos (ideológicos) de superioridad liberal. Este es el caso de Martyanov, formado como ingeniero militar por la marina soviética y que, durante muchos años, después del harakiri soviético, trabajó en el complejo militar industrial de USA.
Esa formación se aprecia en el más técnico de los libros de entre los que nos ocupan hoy (Martyanov, The (real) revolution in military affairs, 2019), donde en 7 capítulos más introducción y conclusiones, desarrolla su teoría de la guerra. Especialmente relevantes son los capítulos 2, 3 y 4, donde con la ayuda de algunas (relativamente sencillas) formulas nos proporciona una visión, que no vamos a encontrar en ninguna otra referencia, sobre geopolítica. Afortunadamente para el lector “alérgico” a las matemáticas, esos conocimientos los pone en juego, de modo discursivo, cuando analiza para nosotros la actual guerra en Ucrania (Martyanov, 2024)y trata de dar cuenta de por qué el imperio atlántico está llamado a perder también esta guerra, tal y como ha perdido todas las anteriores. La experiencia de la implosión del sistema soviético, que le habilita para visualizar el derrumbe del imperio occidental, ilumina esos libros, pero especialmente (Martyanov, 2021), donde sitúa unos de los pivotes justamente de ese derrumbe justamente en la disfuncionalidad de las élites[5]. En el primero de los libros (Martyanov, 2018), analizó como se ha venido construyendo, a lo largo de los años, el pensamiento delirante, específicamente el “pantano” militar, en cual esas criaturas que fungen como élites atlánticas, han crecido, procreado y multiplicado. Estos textos se suman con ventaja a la llamada escuela neo-realista de las relaciones internacionales, a los George F. Kennan, John Mearsheimer, Stephen Walt, menos realista de lo que algunos, ellos mismos incluidos, creen, pero que brilla contra el fondo engominado de todos los demás, los llamados idealistas o así, pues su idealismo se resume en “defender los derechos humanos a bombazos” y justificarlo a golpe de US$, vía USAID, y otros tubos financieros. Sus teorías estrambóticas de las “guerras justas” que han llevado destrucción y dolor por donde quiera que han volado sus bombarderos.
Si leemos atentamente a Martyanov, podremos explicar hechos que de otro modo parecen casualidades, y establecer la relación entre los golpes de efecto mediáticos -i.e. la “presentación en sociedad” de la nueva familia de misiles Оре́шник- y sucesos mucho más silenciosos, pero no menos importantes. Cuando se escriba la historia de la guerra de Ucrania, se apreciará como en los primeros ciclos de la guerra, el ejército ruso pretendió enfrentar frontalmente[6] a un ejército completamente equipado por la OTAN. Si perjuicio que la ratio de fuerzas reunidas entonces era claramente insuficiente para ese combate, no fue esa la causa de las dificultades principales. Estas vinieron del uso de una tecnología barata, los drones FPV, que hacían de los carros de combate un arma si no inservible, completamente vulnerable, en la cual el ejército proxy ucraniano tenía una ventaja abrumadora (y no especialmente por el equipamiento de la OTAN[7]). Pero el complejo militar industrial ruso tardó menos de un año en revertir completamente la situación -como se mostró en la llamada contraofensiva ucraniana del 2023, donde los FPV de fabricación rusa jugaron, por primera vez, un papel destacado, i.e. en la zona sur del Dniéper, impidiendo a las tropas ucranianas cruzar el rio- y contribuyeron a alcanzar una superioridad abrumadora durante 2024, incluso con innovaciones tecnológicas, como la fibra óptica, que dejó obsoleta gran parte de las herramientas de guerra electrónica de la OTAN. Y se verá como en 2025 se da otro salto, dotando a los carros de combate de protección eficiente contra esos mismos drones, protección improvisada durante 2024. Todo esto solamente es explicable si se estudia en profundidad el complejo científico-militar-industrial ruso, reconstruido, lentamente, a lo largo de los últimos 25 años, a partir de las cenizas de la CCCP, cenizas resultado de los incendios causados por las terapias de choque que aplicaron, en connivencia con saqueadores locales[8], las huestes de economistas que envió Harvard[9], con su famoso instituto dedicado al “desarrollo” (que ha cambiado de nombre varias veces) y por el cual han pasado un numero notorio de operativos del departamento de estado -Kissinger entre los más conocidos- y del “deep state”.
Y también comprenderemos porque nos provoca una risa incontrolable la pretensión de las “elites” (vestidas a la moda de la City o con disfraz laborista o con piel de color negro o pardo, reencarnaciones del señor de la mansión o del mayordomo de Arriba y Abajo) de la Isla Británica, de asumir un papel central en la guerra de Ucrania, sobre todo si tenemos en cuenta que en UK es uno de los países de la UE donde la esperanza de vida ha dejado de crecer (Steel, y otros, 2025), al tiempo que crece la represión. Y no solo por las razones (polite) que se indican en ese informe Steel, sino también por otras: pobreza energética, insuficiente nutrición (es decir hambre, no solamente nutrición inadecuada, que es, en gran medida, un eufemismo), insuficiente o nula atención sanitaria, … Y donde su complejo científico-militar-industrial es del todo raquítico (acompasado con la pérdida promedio de estatura de los niños británicos)[10]. La sorprendente pretensión de estos isleños al liderazgo intelectual, no ya solo el militar, es cada vez más parecida a la de los “mileis” de la Argentina. Por lo demás, los suministros de gas a la Isla Británica pueden ser reducidos a nada, a poco que quien puede hacerlo decida aplicar sobre los tubos que vienen de Noruega el “método Nord Stream”: ataca, destruye, huye y niega.
La miopía estratégica, la hubris imperial y la manifiesta incompetencia de las élites imperiales, todo junto, se ha puesto de manifiesto en su intento de derrotar por poderes[11] a Rusia, en Ucrania. Gran parte de los idiotas que “dieron la cara” han salido de los focos después de la derrota electoral de los demócratas. Pero hay algunos corifeos que permanecen, no sé por cuánto tiempo. Entre ellos destaca un general, que comparte apellido con una popular marca de cereales para el desayuno, Keith Kellogg[12], cuya lectura de Sun Tzu, que gustó de citar para ejemplificar como se gana una guerra, la de Ucrania, sin librarla, parece notoriamente deficiente (particularmente en informarse convenientemente sobre las capacidades del enemigo). Este individuo, que funge como enviado especial de Trump para Ucrania, resulta que tiene intereses en Ucrania, a través de su hija Megan Mobbs[13], y no es respetado en Moscú[14], se ha venido dedicando a filtrar “propuestas de paz” en grado creciente de estupidez.
En su conjunto, los cuatros libros son los mejores recursos, hasta donde me es dado y se me alcanza, para entender el actual momento del imperio atlántico en materia militar. Y entender hasta donde llega la irracionalidad de esas seudo elites europeas, que ocupan tanto los gobiernos como las instituciones de la Unión Europea, en sus delirios expansionistas por medios militares hacia el este. La reacción histérica de la que han hecho gala ante el simple inicio de conversaciones de paz en relación a Ucrania, conversaciones, por los demás, de resultados extraordinariamente inciertos, sobrerreacción[15] que ya habían mostrado a propósito del “giro” del gobierno de la patria chica de Stalin, Georgia (Nuñez, 2025), y la corrupción moral en la que incurren dando cobertura al genocidio “televisado” en Palestina, durante 2023, 2024 y probablemente, 2025, ha dejado a estas seudo élites sin autoridad moral alguna.
Su supervivencia se asienta únicamente en el cultivo maniqueo de que su poder se basa en elecciones: son la expresión de la democracia y todo lo que hagan o digan es “democrático”, vale decir legitimo. Para servirles, los liberalilotas de la academia han creado conceptos tales como “autocracia electoral”, es decir, todos los demás poderes que emerjan de elecciones distintos de los que pertenecen al imperio atlántico. Y sobre esa base apalancan sin sonrojo alguno en la justitocracia, para tumbar, no ya subrepticiamente como hizo la CIA durante la Guerra Fría (i.e. en Italia) sino a plena luz, los resultados electorales “disfuncionales”, i.e. en Rumania en 2024. O manipulan, también a plena luz, los resultados electorales, i.e. Moldavia en 2024.
Por otra parte, la miopía estratégica -especialmente la francófona, la de los micrones- que creen que el estado sionista puede actuar como un proxy eficaz en África, en concreto en la zona de los Grandes Lagos (con su apoyo i.e. al Mouvement du 23-Mars, M23 y otros insurgentes), para apropiarse de los múltiples recursos particularmente en la zona este de la República del Congo limítrofe con Burundi, no es menos notoria. La francofonía está en inevitable retirada, especialmente si se toma nota de que Francia misma ha devenido un estado lacayo del imperio atlántico, condición que en absoluto pueden ocultar los gestos grandilocuentes de sus seudo elites.
Europa Occidental necesita un “reset” urgente, pero el botón, que no sé si existió alguna vez, ha desaparecido. Durante mucho tiempo he venido escuchando aquello de que la UE ha avanzado sobre sus crisis. Pero esta es otra de las falacias sobre las que asientan las calenturientas mentes de los académicos y políticos de esta pequeña parte del mundo: avanzaba sobre sus crisis, cuando estas eran simulacros de guerras civiles. El famoso eje franco- alemán y otras boberías encajan en ese perfil. Ahora estamos ante otro escenario. Vamos a preguntarle a DeepSeek y a Kimi; tal vez nos den alguna pista sobre donde se esconde el botón de reseteo. Si así fuera le pediremos a Goku AI que nos haga el video para comunicarlo de modo eficiente a las gentes del común[16]. La duda es: ¿encontrar y pulsar ese botón requerirá el uso de la violencia para quitar las múltiples capas de excrementos que los sucesivos “suckers” han ido acumulando sobre Europa? De lo que estoy seguro es de que añadir otra “capa de regulación” no lo va a mejorar. En cualquier caso, parece que necesitamos un asistente personal AI que se ocupe de cumplir la ley por nosotros, gentes que somos “over – ruled” (Gorsuch N. M., 2024).
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Notas
[1] Este relato suele ir acompañado de la idea de que la URSS perdió la guerra de Afganistán y USA ganó la Guerra Fría. Y la conclusión “lógica” es: esas “derrotas” provocaron la caída (autodisolución) de la URSS. Ninguna de estas afirmaciones es cierta, tal y como, incidentalmente, hemos detallado en otro lugar (Nuñez, 2021). La URSS implosionó por factores intrínsecos a sus élites -resumiendo mucho, la “desaparición” de comunistas de la dirección del PCUS- y los conflictos nacionalistas inherentes a su composición imperial, heredada del imperio zarista (y ampliada por Stalin, bajo el cual, el imperio ruso alcanzó su máxima extensión).
[2] La rusobofia cumple a la perfección esa función.
[3] Entre los insospechados e involuntarios contribuyentes a este despropósito se cuentan los masones. Al menos esto es la tesis que defiende (Hoffmann, 2007).
[4] En verdad de lo único de lo que es responsable este judío es de su debilidad, probablemente fruto de su miedo, tal vez de su pasión de poder y, quizás, de su ignorancia. Después de haberse presentado a presidente contra el criterio de su comunidad religiosa, temerosa de futuros progroms que revivieran los horrores del pasado (Veidlinger, 2021), ganó la presidencia con más del 70% de los votos con un programa de paz en el Donbass, pero lo abandonó entre las amenazas matonistas de la extrema derecha local y los verborreos de la sociedad civil. Los primeros vienen de atrás, tienen solidas raíces en la zona de los límites, de las afueras, de la frontera, que eso significa Окраина en ruso, de la cual procede el nombre Украина. La “sociedad civil” es más moderna. Pero resulta que esta “sociedad civil” no eran sino ONGs que fungían como operativos del “deep state” del imperio atlántico, i.e. financiados por USAID (y en parte por la UE, actuando como cobertura de la OTAN). Y ese “apoyo a la sociedad civil” viene de muy atrás. Por ejemplo, el show televisivo “Nashi Groshi” (Nuestro dinero) financiado con al menos 100.000 US$ por USAID, en 16 capítulos se dedicó a denunciar la corrupción bajo Porosenko (que, por otra parte, era real) y a asentar los “leitwort” sobre los que apalancaría la campaña de Zelensky. La industria del cambio de régimen oculta bajo la apariencia de sociedad civil. Sin duda su desconocimiento sobre la historia del concepto de sociedad civil, sobre sus “mutaciones” (i.e. (Hoffmann, 2006)ha contribuido a sus “errores”, pero esa contribución no ha sido relevante. Y el miedo no exime de responsabilidad. Si el miedo te atenaza, huyes o te echas cuerpo a tierra, no te presentas a presidente ni del club de futbol del patio del colegio. Por tanto, sí, es Zelensky responsable del “cupiditas pottere”, especialmente perverso cuando es vicario, como es su caso, un poder de sátrapa. Como le respondió el extinto Santiago Carrillo a un tipo, cuyo nombre me reservaré, cuando este le increpó porque aquél le cesaba “sin motivo”: ¿Por qué no me preguntaste por qué te nombré, cuando te nombré “sin motivo”?
[5] El paralelismo con las élites soviéticas, después de Andropov, particularmente Gobachov y Yeltsin, es inevitable.
[6] Incluso olvidando las estrategias de concentración de fuerzas y cerco con las que el Ejército Rojo ganó a la imponente máquina bélica de la Wehrmacht batallas memorables, como las del frente sur y que son conmemoradas i.e. en el imponente monumento ubicado en Кала́ч-на-Донy, que tuve el gusto de visitar hace ya bastantes años.
[7] El modelo imperial es ineficiente en lo grande y en lo pequeño, como muestra la producción de drones en el ”Arsenal 1” Project, perfectamente sobrepasados por los modelos rusos producidos a una muy baja fracción del coste.
[8] Entre los que se cuentan muchos de los llamados “russian oligarchs”, con similares orígenes de sus fortunas, pero diferentes trayectorias y “suertes”. Este término se ha extendido tanto, de la mano de un imperio atlántico que parece mostrar un gusto mórbido por elaborar esas listas, que estas parecen haber perdido su sentido originario. Ver por ejemplo una lista del 2018 publicada por los redactores de panfletos de la CNN: https://edition.cnn.com/2018/01/30/politics/full-us-list-of-russian-oligarchs-with-putin-ties-intl/index.html . Hay que tener en cuenta que, a similares perfiles, el imperio atlántico les llama “emprendedores” o “empresarios hechos a si mismos”, si sus fortunas se hicieron dentro de la carpa atlántica. Este es el caso, sin ir más lejos, del famoso Elon Musk cuya fortuna, aparte de la herencia de los diamantes, ha sido construida, en su totalidad, con subvenciones y contratos públicos. Los “estrategas” imperiales se han entretenido imaginando “golpes” patrocinados por esos “oligarcas”, allá en el frio de la estepa rusa, mientras Washington era efectivamente “golpeada” por los “emprendedores propios”. Una vez más, cabría implementar un fácil análisis freudiano.
[9] Entre los cuales se encontraba Jeffrey Sachs, hoy devenido un crítico furibundo del imperio atlántico, pero con la solidez que solo le es dada a un “insider” como él.
[10] Sin duda es del todo adecuada la observación del CEO de Rheinmetall: Europa se va a tener que sentar en las mesas reservadas a los niños (no solo sobre la reunión en Riad entre Rusia y USA).
[11] De acuerdo con la interpretación del pacto Briand-Kellog de 1928, adoptada por la resolución de Budapest de 1934 (Hudson, 1935), (Lauterpacht, 1934), (Janik, 2018), un país participa en las hostilidades sí, además de suministrar armas, entrena al personal para manejarlas.
[12] Conviene no confundir el reconocimiento cada vez más evidente de la derrota del imperio atlántico en Ucrania, con alguna clase de cambio en la política orientada a la dominación imperial. Tal y como viene analizando brillantemente el exmarine Brian Berletic, la supuesta paz “ofrecida generosamente” en Ucrania, es el reconocimiento de una derrota táctica, que llevará a reiniciar el ciclo de guerras de dominación en algún otro lugar, i.e. China, donde igualmente se saldará con otra derrota. Nada ha cambiado, ni va a cambiar, en la voluntad de dominación imperial bajo Trump, salvo las tácticas y los instrumentos. Como he dicho en otro lugar, menos atención a lo que dice el muñeco, y toda la atención a lo que hace el estado imperial. Y es previsible que los cantos de sirena para separar Rusia de China, con la llamada “reverse Nixon strategy”, el último hit imperial, bajo la sombrilla de la recién inaugurada fraternidad Usa-Rusia, aunque capturarán no pocas mentes de depredadores dentro de Rusia, dispuestos a devenir sátrapas del imperio atlántico (como ya pasó en el pasado), serán suprimidos y quienes los hayan escuchado eliminados, como también ocurrió en el pasado remoto y reciente.
[13] Se sabe que la fundación que preside, RT Weatherman Foundation, realiza “labores humanitarias” en Ucrania (cuyo alcance se desconoce). https://news-pravda.com/world/2025/02/10/1040578.html (Acceso: 2025_02_19)
[14] Con declaraciones clarividentes, como las que realizó ante el Senate Armed Services Committee, no es raro que no le aprecien: “It is no mystery why this war happened. The Russian dictator, Vladimir Putin, has always resented the American victory in the Cold War, and has spoken openly of his desire to reverse it. … The path to bringing these negotiations about is to enable Ukraine to defeat the Russian Army in Ukraine. Putting the Russian Army in Ukraine at risk of defeat is a strong message Putin cannot ignore.” (https://www.armed-services.senate.gov/imo/media/doc/Kellogg_SASC%20Hearing%20Written%20Testimony_28%20Feb%202023%20(003).pdf )
[15] Y eso que todavía no habían procesado el cambio que implica el acuerdo estratégico entre Rusia e Irán (https://tiempodetormentas.com/opinion/analisis/cambios-de-regimen-de-ayer-y-de-hoy/).
[16] O a cualesquiera otros recursos disponibles el día y la hora en que nos pongamos a ello, pues el mundo (de la AI generativa) “avanza que es una barbaridad”.
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Referencias
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